El general Ulysses S. Grant profesó una atracción particular hacia nuestro país. Su liberalismo lo llevó, en un arranque heroico, a intentar intervenir durante el asedio francés y apoyar a Juárez. “Quedó muy decepcionado de que no se le hubiera permitido entrar a México con un ejército y, unido al del presidente Juárez , destronar a Maximiliano y echar fuera a los soldados franceses”, aseguraba el embajador Foster. Su talante moderado le mostró que la grandeza de su patria no debía ser a costa de mayores territorios, sino impulsando el crecimiento de México . Con esto en mente, concluidos sus dos periodos presidenciales en Estados Unidos, Grant se propuso impulsar una de las mayores ambiciones de Porfirio Díaz : el ferrocarril, razón que lo trajo, de nueva cuenta, a costas mexicanas.
En 1881 se creó un auténtico bullicio ante la visita de Grant y se especuló sobre sus posibles acuerdos empresariales. Se auguraba que, con el apoyo del expresidente, se daría la anhelada transición a la modernidad , y el militar atizaba esta idea: “Estoy anheloso de hacer todo lo que pueda para llevar adelante el desarrollo y principalmente el progreso. (…) He tenido un profundo interés en México desde que estuve allí cuando era un joven oficial”.
A pesar de los buenos presagios, hubo voces que veían en el activismo de Grant un intento de intervención. Así, la recepción que se le tributó el 7 de abril no fue con el mismo entusiasmo que el año anterior. Pronto los temores desaparecieron cuando Matías Romero ratificó la valía y honestidad del visitante. Grant declaró en afán conciliatorio: “No tengo interés de ningún género en esta República, sino es el de coadyuvar para que llegue a ser grande y próspera como la nuestra. He venido aquí porque he sido nombrado presidente de una compañía para la construcción del ferrocarril proyectado de un punto del Golfo a otro del Pacífico”.
Su estadía se extendió por más de un mes y las negociaciones se concretaron en un sinnúmero de misivas entre él y Romero. Las expectativas del exmandatario llegaron a considerar rieles que llegaran a Guatemala, iniciativa que Díaz descartó por inviable.
El 23 de abril pactó los términos de la ruta ferroviaria a Oaxaca. El evento se llevó a cabo en el Tívoli del Eliseo, afamado recinto del porfiriato que se ubicaba entre Puente de Alvarado y la actual Insurgentes Norte . El lugar se llenó de empresarios, políticos y diplomáticos. Luego de las viandas, Grant auguró: “Yo predigo que con la construcción de estas vías se operará un avance en los elementos de este país cual nunca se habrá visto antes en ninguna parte”.
Al final, no todas las propuestas de Grant serían tomadas en cuenta, ya que Díaz nunca puso velas a un único santo y buscó la inversión europea. Aunque Grant volvió a Estados Unidos a conseguir más socios capitalistas, poco durarían sus empeños, pues fallecería cuatro años después.
Las tres estancias del general Grant en México constataron las distintas etapas entre las dos naciones de Norteamérica; de la intervención armada a la especulación mercantil, o en palabras del héroe de la Guerra de Secesión : “No queremos más terreno: queremos mejorar el que tenemos y queremos ver a nuestro vecino adelantar y llegar a ser tan fuerte, que las miras de cualquier otro país nunca puedan ponerlos en peligro”. Su impulso ayudó a echar a andar el desarrollo económico que nos auguró, sin embargo, la miopía de Díaz para definir su sucesión y la lucha armada de 1910 volvieron a sumir a la antigua Nueva España en el ostracismo .