El arranque de la Revolución no menguó la popularidad de la “Fotografía Daguerre”, el negocio logró mantenerse estable durante los primeros meses. Incluso los hijos de José Martínez Castaño, quien recuperó la propiedad tras la muerte de su hermano Agustín, se fueron acercando a su profesión, en especial Guillermo.
Para 1911, el ambiente se caldeaba en las calles de la capital como consecuencia de la próxima contienda electoral entre Bernardo Reyes y Francisco I. Madero. Uno de los acontecimientos que se suscitaron en los alrededores del taller fotográfico fue el enfrentamiento, el 3 de septiembre, entre manifestantes reyistas y partidarios maderistas, en específico, el grupo llamado “la porra”, que se dedicaba a amedrentar a los simpatizantes de otros adversarios.
La prensa publicó “cuando la manifestación pasaba por la avenida Juárez […] encontró el automóvil del señor general Reyes, […] quien descendió del carruaje para ponerse a la cabeza de la manifestación. […] Al pasar por el palacio postal, se presentó en escena un numeroso grupo de partidarios del señor Madero, que comenzó a insultarlos […]. En la esquina de las calles del Teatro Nacional y Avenida Juárez los porristas trataron de que se disolvieran los reyistas, pero como estos no cejaran en su propósito, varios grupos se introdujeron en las obras del Teatro Nacional, donde hicieron provisión de piedras”.

“Sobre los reyistas cayó una granizada que hizo huir a casi todos los manifestantes, muchos de los cuales, al ver el peligro que corría el señor Reyes, lo llevaron a la casa de la Fotografía Daguerre, que fue lapidada”. Una vez que el ataque cesó, tanto Reyes como algunos de sus partidarios intentaron salir a uno de los cuatro balcones del estudio para pronunciar algunas palabras para calmar los ánimos, sin embargo, sus intentos fueron acallados a pedradas. El saldo que dejó el conflicto fue de varios heridos, más 10 contusos —incluido Reyes, que recibió un golpe en el ojo—, aunque ninguno de gravedad.
Como se mencionó, pasando sobre su prestigio, la sucursal sería recordada más que nada gracias a que, la mañana de 9 de febrero de 1913, Madero se refugió en su interior durante el inicio del cuartelazo, debido a los disparos de los francotiradores, mientras iba escoltado por alumnos del Colegio Militar desde el Castillo de Chapultepec hacia el Palacio Nacional. En la “Fotografía Daguerre” se reunió, entre otros, con su hermano Gustavo, su tío Ernesto, el inspector Emiliano López Figueroa, el ministro de Fomento Manuel Bonilla, Victoriano Huerta —recién nombrado comandante militar de la metrópoli— y el ministro de Guerra, Ángel García Peña.
Madero, Juan Sánchez Azcona —su secretario—, Bonilla y Huerta salieron al primer balcón del establecimiento que colindaba con el mirador de la clínica Keeley para observar a la muchedumbre que se aglomeraba en las calles en apoyo al ejecutivo pidiendo armas. La escena quedó inmortalizada en un daguerrotipo y, aunque no se sabe con certeza quién fue el autor, se puede decir que no se trató de Martínez Castaño, pues el retrato posiblemente se realizó en el estudio fotográfico de los hermanos Valleto (Julio, Guillermo y Ricardo).
Bonilla dirigió unas palabras a los presentes: “Señores, el señor presidente va a continuar su camino hacia el Palacio Nacional, si el pueblo quiere, que lo siga”. El mandatario reanudó su trayecto al Zócalo “con la sonrisa en los labios y vitoreado por el pueblo con gritos ensordecedores, y volvió a montar en su caballo”.