Durante buena parte del siglo XIX, la proliferación de revistas tuvo su auge como una forma de crítica social, política y cultural. Magazines dominicales como “El Mundo Ilustrado”, “El Imparcial”, “El Mundo” y “El Cómico”, entre otros, dedicaron numerosos volúmenes a dar cuenta de la controvertida gestión de Porfirio Díaz. De hecho, esta última publicación surgió a partir de la primera y fue incentivada por Rafael Reyes Spíndola —reconocido periodista—, debido al éxito entre los lectores por su sentido satírico hacia el gobierno. Así, su primer número salió a la luz el 2 de enero de 1898.

Uno de los contenidos inherentes a estas gacetas eran las novelas por entregas, y “El Cómico” aprovechó este apogeo y comenzó a lanzar sus propias ediciones. En el ejemplar 34 de 21 de agosto de su primer año, se publicó la siguiente noticia: “En el próximo número […] siete escritores de los más celebrados han tomado a su cargo escribir, en la forma más original, una novela para “El Cómico”. Cada uno de ellos dio un título para la obra. Se sortearán dichos títulos, y por suerte también, se dictará el orden en que deban escribir los autores. Siete capítulos contendrá la novela, y uno tocará redactar a cada escritor. El asunto queda a voluntad del primero, y escusado es decir el aprieto en que se verán los demás para formar la trama de la obra […]. La novela será esencialmente humorística, de la época actual, y los sucesos de que trate se pondrán acaecidos en México”. De esta manera, la primera entrega de esta historia se editó el 4 de septiembre bajo el nombre “Por un cigarro…”.

La totalidad de la obra retrata el conflicto entre los periódicos “El Pífano” y “El Teléfono Nacional” con motivo de un caso de nota roja: la misteriosa muerte de un pequeño de ocho meses en una vecindad de la zona centro de la capital, rodeada por una comunidad diversa, la cual queda reflejada en el léxico empleado en la escritura del relato, mismo que le hizo ganarse cierta popularidad por resultar simpático entre los lectores. El tema se concentra entonces en las diferencias entre la prensa y los periodistas, particularmente en aquellos cuyo trabajo carecía de veracidad, asimismo, incorpora tonos divertidos y diferentes estilos.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

Al respecto de los escritores, algunos estudios confirman que se trata de a una autoría colectiva muy bien encubierta, puesto que no hay evidencia certera de quiénes hayan sido los literatos, aunque existe una posible hipótesis que sugiere que sean los mismos colaboradores del semanario, entre los que destacan el director Pedro Escalante, Efrén Rebolledo, Amado Nervo y Ángel de Campo. De este último es de quien hay mayor aceptación sobre su participación en el proyecto, ya que a partir de diversos análisis comparados ha surgido la fuerte sospecha acerca de la redacción de, al menos, un capítulo. Incluso, en “El Cómico”, De Campo dio a conocer “El de los claveles dobles”, donde se menciona el periódico ficticio “Pífano”, el cual también aparece en la historia colaborativa. De igual forma, el vocabulario es muy similar, además de que hay frases que comparten.

La importancia de “Por un cigarro…” radica no sólo en el estilo literario, sino en la documentación de los cambios que acontecían en el México finisecular. Aunado a esto, su difusión puede también interpretarse como publicidad, pues a lo largo de esta pieza, el uso de cigarros es frecuente, siendo así que una presumible teoría sobre el fallecimiento del infante es a causa de este producto.

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