En el marco de un estado azotado por la violencia y el bandidaje —algo inédito para el nivel de orden y progreso que se había alcanzado en esa etapa del porfirismo—, "El Popular", en su ejemplar de 11 de mayo de 1901, dio cuenta de una comunicación de su corresponsal en Chilpancingo: “Al llegar, supe que en el paraje llamado la Cruz de Iztatziu, muy cerca de la Quinta de Jalapa […] acababa de ser asesinado don Daniel Adame. […]”. Apuntó que el occiso se trasladaba a esa metrópoli, acompañado de su hermana Beatriz y de otra mujer, y al arribar “a la Cruz del Zoyacauite, fue asaltado por nueve individuos, quienes lo mataron a balazos llevándose a Beatriz y dándole de fajos a la esposa de don Santiago Vélez. […] Se cree que los asaltantes estaban capitaneados por unos jóvenes […] y que había algunas personas interesadas en salvarlos”.

La noticia causó conmoción y mayor indignación cuando las autoridades quisieron hacer creer que la muerte de Adame se debió a un infortunio, aserto que, ante la evidencia, se vieron obligadas a rectificar: “No es accidente sino delito de que se trata, y tan es cierto esto, que el señor gobernador [Agustín] Mora, como rasgo de honradez, ha mandado encausar a los responsables a fin de que se practiquen las diligencias conducentes al esclarecimiento de la verdad del caso”.

En los días siguientes se precisó la información, "El Diario del Hogar" indicó “que le dieron muerte en el camino, por resentimientos particulares, según se cree, y fueron unos hombres de mala nota llamados Marino, […] que tenían influencia en la zona y que conducían a un reo […]. Después de haber tirado [a Adame] del caballo de un balazo, le trituraron el cráneo con las culatas de las carabinas. Al dar parte dijeron que era porque el infeliz Adame pretendía quitarles al preso, pero esto no fue creído por el señor gobernador […]. En cuanto a la señorita Beatriz —de 21 años—, no sufrió tal rapto, y ella misma dio parte del terrible drama”. De la esposa de Vélez, no se supo más.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

Daniel Adame y Adame era un labrador de 24 años, soltero, calificado como “un pobre hombre honrado y pacífico”, originario de Chichihualco, una población ubicada a unos 35 kilómetros al noroeste de la capital de la entidad. Era un joven conocido en su tierra que incluso había sido designado inspector para participar en la elaboración del Censo de 1900 en Guerrero. Su acta de defunción especificó que su homicidio ocurrió a las cinco de la tarde del lunes 29 de abril, que falleció “a consecuencia de heridas por arma de fuego” y que su entierro tendría lugar en el primer camposanto de Chilpancingo.

Este crimen, sumado a otras tropelías, dio al traste con los argumentos de quienes aseguraban que Guerrero se encontraba en calma y que los esfuerzos del secretario de Guerra Bernardo Reyes por pacificar la región eran exagerados e, incluso, crueles, sobre todo por haberle encargado dicha misión al recién ascendido a general brigadier Victoriano Huerta. Así, se dijo, en una crítica al mandatario local, “bueno sería que asimismo evitara el alto funcionario las matanzas que se están llevando a cabo […] en ciudadanos pacíficos que han sido denunciadas por sus enemigos antiguos como revoltosos y sacrificados sin piedad. El señor Mora no conoce el terreno que pisa [y] cree de buena fe los chismes que le cuentan y cuando andando el tiempo se aperciba de que inconscientemente ha consentido en que se sacrifiquen inocentes, se dolerá de este procedimiento ya inevitable”.

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