José Juan Tablada, reconocido literato de la revista “Azul” y la “Revista Moderna”, como muchos otros herederos de su época, fue un férreo defensor de Porfirio Díaz. Tras recibir una educación ejemplar en la Escuela Nacional Preparatoria, destacó en el mundo del periodismo y la literatura. Esta fructífera actividad lo inmortalizaría no sólo como uno de los grandes representantes del modernismo, sino como uno de los primeros—y únicos— exponentes de la vanguardia en nuestro país. Sin embargo, la obra política de Tablada sigue siendo poco estudiada y editada.

Su ascendente carrera lo llevó a desempeñarse como diplomático en distintos países, al tiempo que su reputación poética iba en ascenso. Los años de la dictadura continuaron hasta que, hacia finales de 1908, el panorama comenzó a renovarse y se hizo evidente que el mandatario debía retirarse. A pesar de esto, el vate no entendió del todo el cambio, pues ahora sus relaciones más importantes se centraban en figuras porfiristas. Su amistad cercana con personajes como Justo Sierra y Rafael Reyes Espíndola lo ligaban fraternalmente al régimen.

Viñeta.
Viñeta.

Por esa época, el autor de “El florilegio” decidió formalizar su incursión en el comentario político, a través de su famosa recopilación de “Tiros al blanco o actualidades políticas”, en la que utilizó su ingenio para burlarse de los opositores. Con dicha inercia, para inicios de 1910, su tintero produjo una sátira en contra de Francisco I. Madero, que ya despuntaba como el principal opositor al gobierno; el texto se intituló: “Madero-chantecler. Tragicomedia zoológico política de rigurosa actualidad en tres actos y en verso”, firmada con el seudónimo de “Girón de Pinabete, Alcornoque y Astrágalo”, y producida en la falsa editorial: “Compañía Aserradora de Maderos”.

La obra se escribió para contrarrestar las críticas contra Díaz. Aquí, varios animales representaron a los personajes de carne y hueso: el Madero-chantecler —una variedad de gallina importada— era el aspirante presidencial; “El Guajolote, Juan Sánchez” era Juan Sánchez Azcona; “La Faisana, Gázquez Vómes” era Francisco Vázquez Gómez; “La Pípila, Srta. Lupe La Palo” era José María Pino Suárez; entre otros. El objetivo fue contundente: humillar a Madero y su círculo cercano. Las primeras líneas son inclementes, pues dan seña de la malicia del autor al insertar temas personales, como el supuesto alcoholismo. El lugar inaugural de los hechos, son los campos de Parras, Coahuila: “Aunque el lugar es una fábrica de vino, las uvas están verdes... En el vino que allí se fabrica nada tienen que hacer los racimos de Dionisio. Por analogía Chantecler-Madero prefiere el Palo... de Campeche”.

La guerra de Tablada y de muchos otros intelectuales en contra del maderismo, se basaba en convencer al público de que el movimiento pre-revolucionario era sólo una moda pasajera la cual, al final de su berrinche, nada podía hacer en contra de un sistema comprobado: “¡Qué paladín vas a ser, / te lo digo sin inquinas; / gallo bravo quieres ser / y te falta, Chantecler, / lo que ponen las gallinas!”.

Las consecuencias del libelo, en general, serán funestas. Muchos de los insultos inaugurados se copiarán una y otra vez por los críticos del coahuilense durante los siguientes meses: el espiritismo, supuesto vegetarianismo, la cobardía, etc. Así, cuando Madero ascienda a la silla presidencial, lo habría de perseguir todo un imaginario satírico que, tras la lente de lo que estaba a punto de acontecer, tomaría un matiz oscuro.

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