Es muy conocida la advocación zapatista que Octavio Paz Solórzano, padre del poeta, manifestó hasta el día de su muerte en 1935 —el mismo vate lo inmortalizó así en poemas y ensayos—, sin embargo, poco se habla de que el licenciado se involucraría políticamente con Victoriano Huerta. Esta filiación le costaría a la familia Paz su reputación en los años de la posrevolución, tiempo en el que otros connotados porfiristas lograron redimirse, pero no aquellos que habían seguido al oriundo de Colotlán.
Tras la firma de los Tratados de Teoloyucan, Paz Solórzano habría de refugiarse fuera de la capital. Aunque por el momento es imposible precisar su paradero, conjeturo que pudo haberse escondido con la familia de su esposa Josefina Lozano en Puebla.
A la entrada a la Ciudad de México del ejército zapatista, encontró una oportunidad de reconstruirse política y financieramente. Aprovechando su experiencia como editor y su amistad con Antonio Díaz Soto y Gama, le propuso a Emiliano Zapata la creación de un periódico afín a la causa. Este diario se llamaría “El Nacional”, y tendría por objetivo difundir su ideario en todo el país. El 27 de noviembre de 1914 se lanzó el primer ejemplar. La tentativa sería efímera, pues simpatizantes villistas entrarían a la redacción a tomar las imprentas.
A pesar del desaire, ese mismo año se abriría una nueva vereda. El 5 de diciembre, “El Monitor” anunciaba con bombo y platillo la designación de Vito Alessio Robles como inspector general de la policía, quien llegaba, según sus declaraciones, con la intención de profesionalizar a la fuerza policiaca: “Existe inspector general de policía y hay las oficinas respectivas pero lo que aquí falta es policía. Me he encontrado esto completamente desorganizado y hay que hacerlo todo de nuevo. Crea usted que todas mis atenciones las fijaré en la mejor organización y mejoramiento de la policía, y creo lograrlo dentro de algunos días”.
Paz Solórzano logró conseguir empleo en esta institución. “El Radical” de 26 de enero de 1915 reportó que había sido nombrado “por la superioridad, abogado consultor”, aunque en la realidad ejerció como delator de sus otrora correligionarios huertistas. Él, que había también trabajado para la gendarmería del dictador en Campeche, pudo reconocer a Manuel Rivera y Chávez, previo gobernador de esa entidad, intentando pasar desapercibido en la capital. Al verlo, le indicó a Lauro Guerra que se le detuviera. El propio Paz relata la anécdota: “Entonces el señor Guerra […] agarró prisionero a Rivera y lo internó en la Inspección General de Policía. Con ese motivo, naturalmente, yo me presenté inmediatamente y le hice los cargos y le dije: ‘Usted es el gobernador, usted asesinó a los Bleijo, quemó la finca, robó los dineros del país, asesinó al otro Ávila en la prisión, usted es esto y lo demás, y le hice muchos cargos’.”.
El puesto no duraría demasiado. Tras la llegada del carrancismo, Paz Solórzano tendría que cambiar de viro. Para esto ya había abogado ante Zapata la necesidad de mantener las misiones diplomáticas para obtener apoyo desde el extranjero, aunque en su principio estas no tuvieran ningún éxito. Unos meses más tarde, el 15 de abril de 1916, consiguió el tan ansiado nombramiento, no sin cierta actitud de recelo por parte del caudillo. Así, Octavio Paz Solórzano llegó a los Estados Unidos el 2 de octubre, con la encomienda de dar a conocer el Plan de Ayala, contrabandear armas y reportar la situación política estadounidense.