La melancolía es un tópico que ha motivado un interés permanente por parte de las ciencias y las humanidades a lo largo de la historia. Pocas palabras son tan polisémicas y ambivalentes como ella, desde su acuñación en el mundo griego, en el cual se le concibió primero como la descripción de un estado enfermizo y posteriormente como un temperamento o forma de ser.
La acepción original se comprendió literalmente como un fluido corporal tangible, la bilis negra, la cual, en conjunto con la flema, la bilis amarilla y la sangre, era considerada como uno de los cuatro humores, mismos que se suponían en correspondencia con los elementos cósmicos que controlaban el devenir de la existencia. La combinación de los humores, en esta cosmogonía, era la que determinaba el carácter del individuo.
Fue a partir de la divulgación del Problema XXX de Aristóteles que comenzó a asociarse esta aflicción con la personalidad, puesto que en el texto se aduce que son los hombres excepcionales y los héroes trágicos quienes deben soportar el castigo de su superioridad. Al comienzo se pregunta: “¿Por qué todos los que han sobresalido en la filosofía, la política o las artes eran manifiestamente melancólicos, y algunos hasta el punto de padecer ataques causados por la bilis negra […]?”
![Viñeta de Gilberto Adame](https://www.eluniversal.com.mx/resizer/v2/A2GKVR6GM5FALP3LMLQDVY3LUM.jpg?auth=14446ab25b0ac507a1422b7cdddc473a6e2115a7d56ada0bca3b15376b957a58&smart=true&height=620)
Tantos son los significados que se han concedido al término, que Raymond Klibansky apuntó: “Melancolía [es] el hastío universal de Vauvenargues, la melancolía dulce y amiga de la voluptuosidad cantada por Rosseau, la melancolía negra que él conoció igualmente. En la misma época, la palabra resume, según Diderot, ‘el sentimiento habitual de nuestra imperfección’. Para Kant, en cambio, la condición melancólica es la que mejor parece armonizar con la ‘verdadera virtud basada en principios [ya que] el hombre melancólico aborrece todas las cadenas, sean las cadenas de oro del cortesano o los grilletes del galeote’”. Robert Burton, ilustre estudioso del tema, dijo que “la melancolía es el carácter de la mortalidad”.
Roger Bartra, experto en la materia y autor de libros fundamentales como "La jaula de la melancolía" y "El duelo de los ángeles: Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno", entre otros, comenta que, después de la Segunda Guerra, el occidente experimentó una especie de Edad de la Melancolía en la que se han escrito obras tan importantes como "Saturno y la melancolía", de Klibansky, Panofsky y Saxl; "Historia del tratamiento de la melancolía", de Jean Starobinski, y los distintos trabajos de Hubertus Tellenbach, Stanley W. Jackson, Julia Kristeva o Ramón Andrés.
Esta emoción se relaciona también a la pérdida del sentido de la temporalidad, como si el futuro se desvaneciera en las manos de quien la sufre. Así, la sensación parece extenderse a la impotencia experimentada por la voluntad frente al arbitrio del porvenir. George Steiner ejemplifica esta forma de angustia en la inquietud que le causa saber que el talento no es transmisible ni enseñable: “El uso metafórico de los medios para crear nuevas configuraciones de significado y nuevos esquemas de posibilidades humanas [...] no puede ser predicho ni institucionalizado. No hay democracia en el genio; solamente una terrible injusticia y una carga que amenaza la vida”. Este sentimiento de desventura generalizada se instala en la persona de manera tan perdurable que podría arrebatarle incluso el juicio.
Enfermedad, temperamento o estado anímico, la melancolía se extiende por la existencia entera como un velo irreductible.