El gobierno de los Estados Unidos funciona con contrapesos. Eso fue una idea de quienes redactaron y aprobaron la constitución del país hace más de dos siglos, y que tenían una profunda desconfianza en la concentración del poder en un solo individuo. Como resultado, el poder político en los Estados Unidos está sumamente fragmentado históricamente, con un Congreso que determina las leyes y aprueba el presupuesto, un Presidente que diseña las reglas que surgen de las leyes e implementa las políticas públicas, y un sistema judicial que sirve de árbitro entre los dos y resguarda su cumplimiento de funciones de acuerdo a las leyes y la constitución. Además de todo esto, hay muchas facultades que tienen los estados de la nación, cada uno con su división de poderes, y el sistema judicial sirve como árbitro entre los niveles federales y estatales.

No es tan diferente en el diseño que el sistema mexicano, pero sí en su ejecución, porque además estos contrapesos se reflejan en una desconfianza social generalizada hacia cualquier autoridad que tenga demasiado poder. Y cada parte de este sistema complejo es celosa de su poder y lo hace valer contra las otras partes desde hace más de dos siglos. Es un sistema que toma decisiones muy lentamente, por lo complejo de los contrapesos, pero evita la concentración del poder. Hasta ahora.

Entre los dos partidos dominantes, los Republicanos siempre han sido los más escépticos del poder de la presidencia y los guardianes del federalismo robusto, mientras los Demócratas son más afines a un gobierno central más fuerte. Pero esto ha cambiado radicalmente en los últimos años. En parte es un ejercicio en política pura. El Partido Republicano tiene la presidencia, la mayoría en ambas cámaras del Congreso y en las gubernaturas y legislaturas estatales, además de que la mayoría de magistrados de la Corte Suprema fueron nombrados por presidentes republicanos. El poder es tentador, aún si uno cree en la fragmentación del poder.

Pero no sólo es política pura. También hay una filosofía entre republicanos afines al presidente Donald Trump (aunque no compartido por todos los Republicanos) de que el gobierno federal ha crecido demasiado en los últimos años, gracias a los demócratas y la burocracia misma, y que se necesita una concentración del poder en la presidencia para acabar con ese gobierno sobreinflado. Es decir, se necesita la concentración del poder para acabar con la concentración del poder.

Eso explica, en parte, la sumisión de muchos congresistas y gobernadores republicanos a las decisiones de Trump, aún cuando él suspende las transferencias gubernamentales en que dependen sus estados o intenta eliminar a agencias federales que antes apoyaban. Por eso el deseo de despedir a funcionarios públicos de carrera. Por eso las decisiones por orden ejecutivo, una tras otra. Por eso, también, la suspensión de acuerdos internacionales, formales e informales, que parecen restringir el poder del mandatario empoderado.

Se concentra el poder para después desconcentrarlo. Soy un tanto escéptico de la tesis. La historia nos enseña que las concentraciones del poder rara vez llevan a la descentralización después y se vuelven un fin en sí mismo. El poder genera ansias de más poder, no importa las intenciones iniciales de quien lo sustenta.

Y en los Estados Unidos, habría que ver qué dicen los tribunales, y sobre todo la Suprema Corte, si deciden en algún momento que el presidente Trump ha excedido sus facultades legales. Siempre ha habido un gran respeto a las decisiones de los tribunales y las acatan las autoridades electas aún si no les gustan. Pero ahora surgen voces en el entorno de Trump que sugieren que ni los tribunales deberían impedir sus esfuerzos, porque no son electos y también son parte del problema.

De eso saben algo los mexicanos y ciudadanos de otros países latinoamericanos, pero es una postura algo nueva entre la clase política estadounidense. Es creer que el peso de un solo hombre debería estar por encima de los contrapesos del sistema político. Y habría que ver qué piensan los ciudadanos comunes y corrientes en Estados Unidos también —republicanos, demócratas e independientes— que siempre han sido el contrapeso más importante en el sistema político.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias. @SeleeAndrew

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