Se acercan los primeros cien días de la presidencia de Donald Trump a finales del mes, y han sido meses bastante agitados. En este lapso, Trump ha reformulado las alianzas internacionales, declarando una estrategia de “Estados Unidos Primero”, con criticas fuertes contra aliados tradicionales como Europa y Canadá. Además, inició una guerra comercial contra (casi) todos los países del mundo, incluyendo los que sólo tienen pingüinos como habitantes para enfatizar el punto. Ha reducido a la nada tanto la Secretaría de Educación como la agencia de desarrollo, que los ve como superfluos. Y ha lanzado una campaña contra migrantes indocumentados, enviando a algunos de ellos a una cárcel en El Salvador sin proceso alguno, además de cancelar las visas de múltiples estudiantes, trabajadores y turistas extranjeros.

Hay una lógica detrás de todos esto. Para sus seguidores, Trump está rediseñando el gobierno para ser más ágil y flexible, poniendo los intereses del país por delante de la diplomacia, recuperando la base manufacturera doméstica y expulsando a los que no deberían de estar. Para sus detractores, simplemente está concentrando el poder en sus manos, sin que le importen las consecuencias de sus decisiones.

Frente a todo esto, México no ha salido tan mal, por lo menos hasta ahora. Sin enfrentar ni doblarse, el gobierno mexicano ha logrado esquivar lo peor de las amenazas de aranceles, invasiones y deportaciones masivas, saliendo raspado mas no lastimado. Mantener eso será una tarea constante, porque las circunstancias y las demandas al norte de la frontera cambian a cada rato.

Pero también empiezan a surgir evidencias de que hay algunos contrapesos que empiezan a resurgir dentro de Estados Unidos. El viernes pasado la Suprema Corte finalmente prohibió la expulsión de migrantes a la cárcel en El Salvador sin un proceso previo, tomando una medida expedita a la 1 de la mañana, que es poco común, lo cual señala la preocupación creciente de los magistrados. Si bien Trump y sus asesores a veces se burlan de los jueces, tienen un poco más cautela con la Suprema Corte, que tiene una mayoría afín al presidente, pero que ya parece querer establecerle algunos límites.

Los mercados tampoco han respondido como quería Trump. La bolsa sigue a la baja desde que anunció sus medidas arancelarias y nada ayudó que empezara a atacar al gobernador del banco central. Además, se nota que los bonos del gobierno de Estados Unidos, que una vez eran la garantía más fiel para los inversionistas, están perdiendo su brillo y el dólar está bajando frente a otras monedas, señales de desconfianza generalizada hacia la estabilidad de la economía estadounidense.

Y comienzan a surgir resistencias dentro del Partido Republicano hacia Trump, de senadores y gobernadores cuyos estados son afectados por algunos de los recortes al gobierno, junto con un malestar generalizado del público y una baja notable de apoyo popular para Trump en las encuestas.

Hasta ahora, ninguno de estos contrapesos —ni el judicial, ni el económico, ni el político— es suficiente para cambiar la trayectoria de esta administración. Pero sí son capaces de marcar algunos límites a su poder y, en algunos casos, cambiar sus decisiones. Durante los primeros 100 días, se ha visto un presidente imperial, empoderado y desencadenado, algo que sus seguidores elogian y sus detractores temen. Pero en los próximos 100 días, es altamente probable que la ley de la gravedad política se imponga de nuevo, y que Trump encuentre muchos más obstáculos en sus esfuerzos hacia adelante.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias. @SeleeAndrew

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios