El pasado domingo 10 abril se llevó a cabo el tan polémico y cantado ejercicio de revocación de mandato . Más allá de los resultados que arrojan los datos duros, está la peligrosa realidad de una creciente fragmentación social.
Desde que surgió la idea de la revocación, fue motivo de diversos cuestionamientos pero también de entusiasmo para los más radicales opositores y seguidores del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Para el oficialismo, este instrumento representaba la oportunidad de mostrar “el músculo”, es decir, tener un indicador de la cantidad de personas que puede movilizar. Sobre los resultados, entre los partidarios de Morena se hacen dos lecturas, una optimista que asegura que los 15.1 millones de votos a favor de la permanencia del presidente en su cargo, es el mínimo número de votantes con el que se contaría para la elección presidencial y, a partir de esa base, se deberá ir construyendo y sumando con miras al 2024. La segunda, es una lectura de preocupación, la cual estima que con la gestión presidencial debería existir un aumento en el voto duro con respecto a elecciones pasadas.
Respecto a los opositores del presidente, el ejercicio de revocación de mandato puso de manifiesto, aún más, que si bien hay un deseo de terminar con el periodo de Morena en el poder, no se tiene claro el cómo. Una nueva fragmentación se dio entre quienes decidieron ir manifestar su descontento a través del instrumento revocatorio y aquellos que manifestaron su descontento al no participar, ya que consideraban que su asistencia a las urnas legitimaría los resultados de un instrumento creado “a modo” para favorecer al presidente.
De los datos más importantes a analizar, es la baja participación. Tan solo el 17.7% del padrón acudió a votar. Más allá de que al no contar con el 40% de participación del padrón electoral los resultados no sean vinculantes, preocupan los motivos que incentivan el 82% de abstencionismo, es decir, de 76 millones de votantes . El hartazgo de lo político, la corrupción, el desinterés ciudadano y, a pesar de que el INE ha logrado una buena percepción en la ciudadanía, existe una gran desconfianza de que las demandas ciudadanas a través de las urnas tengan un efecto positivo que incida de manera contundente en el futuro del país y en el cotidiano de los mexicanos.
Ardua ha sido la tarea democrática en nuestro país, sin embargo, persiste la idea de que como en el pasado, desde el oficialismo se puede alterar el contexto para la obtención de determinados resultados, esta herencia que cargamos los mexicanos, se ha visto enriquecida con los ataques constantes al INE y con la promoción del instrumento de revocación desde la presidencia.
Lo menos importante hoy, son los resultados cuantitativos de la revocación de mandato . Resulta imperante realizar un ejercicio crítico sobre la radiografía de la sociedad en México. Los esfuerzos para la construcción democrática de nuestro país, deben hacerse desde la sociedad civil. En una época en que la institucionalidad democrática se encuentra en una lucha asimétrica constante por su sobrevivencia frente al poder político, la única y obligada muralla de protección con la que cuenta es la ciudadanía.
Si bien, los caminos pueden ser diferentes, el foco debe ponerse el objetivo común del mantenimiento y mejoramiento democrático, de lo contrario el riesgo es que en el corto plazo tendremos que enfrentar al autoritarismo, con un sistema inmune debilitado por el virus de la fragmentación.