El anuncio del Premio Nobel de la Paz 2025 para María Corina Machado representa mucho más que un reconocimiento personal: es un recordatorio internacional de que la crisis venezolana sigue encendida y que la causa democrática debe de atenderse con urgencia.

El Comité Noruego del Nobel la premió “por su incansable labor promoviendo los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Justa y pacífica son dos palabras clave en el comunicado del Comité. Lo son porque he visto a algunos cuestionar el Nobel a Machado diciendo que ella pide la intervención de EU y promueve un golpe de Estado, lo cual es absolutamente falso.

Que una figura de la oposición venezolana —obligada al silencio, a la clandestinidad, marginada electoralmente— reciba tal premio es una bofetada simbólica al régimen de Nicolás Maduro y una señal clara para todos los autócratas del continente: el mundo los está observando.

Pero lo que me ha llamado mucho la atención es la reacción de la presidenta Claudia Sheinbaum. Con su escueta respuesta de “sin comentarios” al preguntársele sobre el reconocimiento a Machado en la mañanera se colocó del lado del régimen dictatorial, no del lado de la democracia. Ese sin comentarios no es neutralidad.

¿Por qué esa postura? ¿Qué pacto silencioso podría haber entre la 4T y Maduro?

El silencio diplomático que guarda México no es nuevo en la era de la 4T. México ha preferido mantener una política exterior que proyecte autonomía y rechazo a intervencionismos, pero a contentillo. Esa lógica de “no intervención” se vuelve sospechosa cuando la indiferencia ante crímenes contra la democracia se convierte en apoyos tácitos.

El argumento de la “autodeterminación de los pueblos” suena airoso e importante, hasta que choca con la realidad. ¿Por qué opina, interviene o apoya el actual gobierno mexicano en Bolivia, Ecuador o Perú con acentos críticos, pero guarda silencio respecto al deterioro democrático en Venezuela? Esa doble vara revela parcialidad. No hay autodeterminación verdadera si la región vive bajo gobiernos que actúan como arietes políticos entre sí.

Lo que se filtra entre líneas es la posibilidad de que la 4T tenga un arreglo —o al menos simpatía— con el régimen chavista, hoy madurista. Simpatía que se ahonda cuando anuncia la presidenta que no acudirá a la Cumbre de las Américas en diciembre porque no están invitados ni Maduro, ni Diaz Canel (Cuba), ni Ortega (Nicaragua).

¿Por qué ha decidido Sheinbaum seguir por la ruta de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, en cuanto al régimen de Venezuela se trata? Ha optado por colaborar diplomáticamente, abstenerse de críticas contundentes, mantener canales abiertos sin cuestionamiento sobre la opresión a la oposición. Ella, que como opositora tanto peleó por jugar el juego democrático para llegar al poder ahora responde un “sin comentarios” que la hermana con el dictador Nicolás Maduro.

El Nobel a María Corina Machado no ha sido gratis. En su lucha ha sido acosada, vetada, criminalizada. Fue descalificada para competir en 2024, obligada al exilio interno, privada de espacio mediático y sometida a persecución constante. Pero el Nobel le da un altavoz universal, una defensa política colectiva. Ese altavoz es una victoria simbólica contra la censura.

El silencio mexicano, en cambio, es una derrota moral. Porque reconocer, o no, un Premio Nobel no es solo un acto diplomático, es una postura ante la historia.

María Corina Machado recibió el Nobel en nombre del pueblo venezolano: “este es un logro colectivo, no algo que merezco solo yo”. Pero mientras ella alza la voz, el gobierno mexicano prefiere apoyar con un “sin comentarios” a Nicolás Maduro.

La neutralidad frente a la dictadura también es complicidad.

@AnaPOrdorica

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