Una "abominación asquerosa". Así calificó Elon Musk el proyecto de ley que impulsa la Casa Blanca. Se trata del llamado "Big Beautiful Bill", una megainiciativa que combina recortes fiscales, aumentos al gasto militar y la eliminación de subsidios a energías limpias, vehículos eléctricos y programas sociales. No es solo una reforma: es el buque insignia de la segunda presidencia de Donald Trump.

Musk advirtió que el paquete incrementa el déficit y revierte su trabajo como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Además, afecta directamente a sus negocios. La desaparición de incentivos fiscales a tecnologías verdes compromete la viabilidad de Tesla, y el futuro de contratos de SpaceX con la NASA y el Pentágono queda sujeto al humor político del Ejecutivo.

Trump respondió en conferencia: se dijo “muy decepcionado” y recordó cuánto lo había ayudado. Apenas una semana antes, Musk había recibido de sus manos una llave simbólica de la Casa Blanca al dejar su cargo como asesor. Hasta entonces, era uno de los aliados más visibles de su gobierno: donó 270 millones de dólares a su campaña y prometió otros cien para las elecciones intermedias de 2026.

La ruptura fue pública. Trump, desde Truth Social, amagó con cancelar contratos y subsidios. Musk, desde X, insinuó que el nombre del presidente figura en los archivos no revelados del caso Epstein y respondió con un “sí” a un post que pedía su destitución. También dejó entrever la posibilidad de apoyar a otro partido o crear uno nuevo.

La confrontación escaló cuando Musk anunció el eventual desmantelamiento de la cápsula Dragon, nave clave en los envíos a la Estación Espacial Internacional. Hoy, SpaceX es la única vía confiable que tiene la NASA para enviar misiones tripuladas. Las acciones de Tesla cayeron 14%. Las de Trump Media, 8%. Fue un divorcio sin acuerdo prenupcial.

En Washington, congresistas y funcionarios enfrentan la presión de tomar partido. Algunos temen represalias desde la Casa Blanca; otros, la pérdida de financiamiento privado que sostiene la maquinaria electoral. La disputa ya no es ideológica. Es de poder, de dinero y de control narrativo.

Durante más de un año, Trump y Musk compartieron escena, decretos y discurso. Ahora, protagonizan una ruptura que revela los riesgos de gobernar desde alianzas económicas y personales más que desde instituciones. Y su pelea fue de quinto patio, como en las viejas vecindades de la CDMX.

Monitor republicano

Literal, el abogado Hugo Aguilar Ortiz saltó a la fama pública de la noche a la mañana.

Hay que decir que, sorpresivamente, obtuvo una millonaria votación para convertirse en ministro de la Suprema Corte de la Nación y, por tener la mayoría de los votos, hacerse de la presidencia de la Corte.

Dejó atrás a las tres ministras, ya en funciones, que buscaban conservar la chamba: a Lenia Batres, hermana de Martí, un experimentado mapache electoral; a Yasmín Esquivel, que invirtió en serio e hizo gala de su personalidad ventajosa y de Loretta Ortiz, qué al no sentirse con posibilidades, de plano tiró la toalla.

Tras el triunfo del abogado Aguilar, me ha parecido una REestigmatización el énfasis en su origen “indígena”. Como si en este país, la mayoría fuera descendiente de migrantes europeos. ¿De qué se trata, de endulzarle el oído a AMLO por su admiración a Benito Juárez? Ya chole, ¿no?

Si llegó a donde está, debe ser porque es chingón.

Bueno, y también porque lo impulsó con quien pasó horas esta semana en Palacio Nacional.

2) Visto el nivel del bilingüe senador panista y de la senadora priísta de aristocráticos apellidos, no cabe duda de que el que en pan piensa, hambre tiene.

anarciae@gmail.com

Amador Narcia

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