Es obvio que a Claudia Sheinbaum algunos miembros destacados de su partido le están jugando las contras.
No le basta su poder y la legitimidad que le dieron los casi 36 millones de votos que obtuvo en la elección presidencial para sacar adelante en el Congreso los proyectos políticos que necesita para imprimir su sello a su gobierno.
El ejemplo más reciente y soez ocurrió en la aprobación de la iniciativa de reforma que prohíbe el nepotismo electoral y la reelección consecutiva, que impedía heredar cargos públicos como si la administración pública fuera una empresa privada o una monarquía.
Aquí apuntamos hace unos días que los afectados más visibles con una reforma de este calado serían el gobernador de San Luis Potosí, que quiere dejar en su cargo a su esposa, la hoy senadora Ruth González Silva; la familia Monreal que quiere ocupar por tercera vez el cargo de gobernador de Zacatecas, con el senador Saúl, y la gobernadora de Guerrero, que sucedió a su padre para la candidatura, cuando el impresentable Félix Salgado, acusado de violación, no pudo competir, en 2021, y quiere seguir gobernando el estado, como lo ha hecho hasta ahora, hasta el 2033.
Y es que en la sede legislativa de Insurgentes y Reforma se dice que la presidenta quiere que en Guerrero otra mujer sea la candidata morenista, Esthela Damián, cercanísima a Sheinbaum.
Esto irrita a Salgado porque él asegura ser puntero en las encuestas.
El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, también quiere una rebanada del pastel. Se asegura que impulsa a su secretario técnico, Rubén Cayetano.
Pero la verdadera manzana de la discordia fue el territorio potosino. Donde la baraja de Palacio Nacional se llama Rosa Icela y se apellida Rodríguez. Quien tiene mucho mejor reputación que Gallardo y familia. Es otra cosa.
Por eso, con artimañas, lo coordinadores de Morena argumentaron ante su jefa política formal, la presidentA Claudia Sheinbaum que se rompería la alianza parlamentaria-electoral con sus esbirros, PT y PVEM. Así, la reforma propuesta no se aplicará en 2027 sino hasta 2030.
Esto provocó que la presidentA hablara del tema en la semana, dejando patente su molestia:
“Pues es el acuerdo que tomaron entre los partidos, digamos, que los partidos que acordaron aprobar la reforma plantearon que fuera al 2030, pero son los acuerdos que se toman en las Cámaras… Creo que lo importante es que quede en la Constitución. Y bueno, para el ´27 esperemos que, al menos del partido político del que yo provengo, no ponga ningún familiar, ¿verdad?, de uno y otro cargo.
Y el jueves, de plano soltó: “Y están jóvenes, que se esperen a otro periodo…”
Sé que es chocante, pero no se puede dejar pasar, si los legisladores de Morena le juegan la contra a la presidentA solamente por soberbia y estupidez, u obedeciendo la voluntad de YSQ quien, se sabe que a través de terceras personas, sigue opinando y enviando mensajes, para incidir en decisiones de gobierno.
Sí. La presidentA le debe muchísimo, pero todo tiene un límite. Hasta la gratitud.
Ya va siendo tiempo de que la presidentA se imponga y limite la actuación de su antecesor a convertirse en una referencia nostálgica, a la que se le rendirá culto, pero no más que eso.
A esos que le llevan la contra a la presidenta llegó la hora de que les dé un soplamocos y les recuerde que ella es la que tiene el poder del Estado mexicano.
Y si no entienden, buscar nuevos liderazgos en el Congreso, para sacudirse rémoras.
Por las buenas, claro. Y si no entienden, por el peso de los expedientes.