Cuatro meses después de rendir protesta, finalmente la doctora Claudia Sheinbaum Pardo asumió la presidencia de México.

Un evento externo generó un sentimiento de nacionalismo y de solidaridad en torno a ella, permitiéndole hacerse del liderazgo, de manera indiscutible, y sacudirse añoranzas. (Aunque para la gradería persista eventualmente en su discurso).

La Presidenta enfrentó con inteligencia y sensibilidad la prepotencia, las amenazas y los abusos de Donald Trump.

En efecto, no ganó la guerra, pero consiguió una tregua que podría alargarse indefinidamente.

No recurrió al “Quinazo” de Carlos Salinas, al encarcelamiento de Raúl Salinas, de Ernesto Zedillo, ni al “michoacanazo” de Felipe Calderón, para legitimarse en la presidencia, como si fuera necesario tras arrollar a sus contrincantes electorales, pero cargando el megalastre de YSQ.

Las amenazas que tuvo que enfrentar la presidentA, no fueron menores:

25 de noviembre: Donald Trump dijo que, cuando tomara posesión, firmaría una orden ejecutiva para imponer un arancel del 25% a todos los productos que entren a Estados Unidos desde México y Canadá.

31 de enero: Karoline Leavitt, secretaria de Prensa de la Casa Blanca, anunció que Estados Unidos comenzaría a aplicar aranceles a Canadá, México y China a partir del 1 de febrero.

1 de febrero: Trump confirmó que los aranceles entrarían en vigor desde el martes 4 de febrero. Justin Trudeau respondió anunciando que Canadá y México trabajarían juntos para combatir las medidas.

2 de febrero: En una primera reacción, durante una gira por el Estado de México, la presidentA aseguró que nuestra nación no se agachará ante ningún país. Se reunió con su gabinete en Palacio Nacional y difundió un mensaje en el que calificó como calumnia la acusación de la Casa Blanca, en el sentido de que el gobierno tendría una alianza con los cárteles del narcotráfico. Propuso al presidente Trump establecer una mesa de trabajo con los mejores equipos de seguridad y salud pública de ambos países. Sobre los aranceles, la presidentA informó que ya había instruido al secretario de Economía, Marcelo Ebrard, para que implementara el “plan B”, que incluiría medidas arancelarias y no arancelarias en defensa de los intereses de México.

Ese domingo, la Presidenta envió un mensaje en redes sociales, en el que, tras condenar nuevamente la imposición de aranceles del 25 por ciento a productos mexicanos, anunció que el lunes precisaría las acciones que tomaría México ante esta medida. Y al continuar su gira por el Estado de México, aseguró que no le falta valentía porque el pueblo la respalda.

El lunes, antes de entrar a su conferencia matutina, Sheinbaum informó que había hablado con Trump y acordaron que se ponían en pausa la entrada en vigor de los aranceles y el envío de 10 mil elementos de la Guardia Nacional de forma inmediata a la frontera norte, para evitar la migración ilegal y el tráfico de drogas de México a Estados Unidos, en particular fentanilo.

Ahora, la presidentA necesita demostrar con hechos palpables que cumple su parte del trato. Un buen comienzo sería, por ejemplo, que el impresentable Rubén Rocha dejara la gubernatura de Sinaloa.

Lo puede hacer por motivos de salud o personales.

Y para ponerle un broche de oro no sobraría que lo investigaran por su presunta relación con las poderosas bandas de Sinaloa.

Tampoco sobraría investigar a gobernadores morenistas de los que se dice lo mismo, a su paso por Tabasco y Chiapas. (Y de paso a Cuauhtémoc Blanco, hoy diputado).

Aunque uno sea machuchón del Senado y el otro viva en Miami, como lo hizo en su momento el exsecretario de Seguridad Pública calderonista, Genaro García Luna.

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