“El diablo está en los detalles”, dice el dicho. Y cada vez me parece más cierta esa frase, y es que son las pequeñas cosas las que cambian todo. No sé ustedes, pero yo soy de esas personas a las que cualquier pequeñez le puede arruinar el día. La ubicación de un mueble, un bache, qué café comprar y tonterías varias de ese tipo me pueden provocar pasar la noche en vela.

Lo que jamás pensé es que un escuincle de me echara a perder el fin de semana completo. Se llama Bartosz Bialek , tiene 19 años de edad y juega para el Wolfsburgo . Hasta el viernes pasado, no tenía ni idea de su existencia. En lo que va de la temporada de la Bundesliga, el juvenil había disputado dos minutos, repartidos en dos partidos; es decir, nada. Pero ante el Werder Bremen, entró al minuto 81 y fue suficiente para afectarme.

Su equipo ganaba 4-3 y el partido estaba por terminar. De pronto, el polaco arrancó por el centro. Paulo Otávio conducía la pelota por la izquierda. Bialek se enfilaba al área con mirada asesina y saboreándose el gol, hasta que un rival le cometió falta. El árbitro dio la ley de la ventaja. Bialek no reclamó, se levantó y siguió la jugada. Otávio le puso un pase milimétrico y Bialek nada más la empujó. 5-3 final.

ENTÉRATE: 

Todo eso sucedió al minuto 95. Wolfsburgo tenía la ventaja y, en lugar de cuidarla, buscaron el quinto gol. Bialek tomó una decisión que dignifica al juego: decidió seguir jugando. Nada de marrullerías, nada de llevar la pelota al tiro de esquina para “enfriar” la pelota, nada de quedarse tirado. Bialek recibió un toque (era falta), que no le hizo daño y por eso continuó la acción y tuvo premio.

¿Por qué me echó a perder el fin de semana? Porque en todos los partidos de vuelta de los cuartos de final se jugó a cuidar ventajas. Chivas pudo destrozar al América, pero decidieron no hacerlo. Incluso, cuando era imposible que el América los remontara, prefirieron dejar de jugar que intentar hacer más goles. En el resto de los partidos fue lo mismo.

Y no, no es una crítica hacia Chivas . Es contra todos nosotros. Porque si un futbolista o un entrenador, con el resultado en la bolsa, determina ir por más, de inmediato será señalado como tonto. Y si le llegan a empatar o a dar la vuelta, sería objeto de cuanto insulto se nos ocurra.

De este lado del mundo, tenemos incorporada esa “picardía”. Los espectadores mismos, en situaciones como la de Bialek , le pediríamos a gritos al televisor que se quede tirado. Y si sus compañeros no se le enciman al árbitro y lo bañan en reclamos, pensaríamos que a nuestro equipo le falta oficio.

¿ Sabrá Bialek el daño que provocó del otro lado del Atlántico?, ¿dormirá en paz? No me queda más que imaginar que sí.

Adendum. Knut

anda muy cementero. Ya hasta dice que “ésta es la buena”.

 

futbol@eluniversal.com.mx

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