Si algo ha dejado claro el Mundial de Clubes, es que las distancias sí se han acortado. Pero también nos demostró que no tanto como nos quieren hacer creer. Por supuesto, hay excepciones. En este torneo, clasificaron a octavos de final los europeos, los brasileños y dieron la nota dos de Concacaf y uno de Asia. Monterrey, Inter Miami y Al Hilal sorprendieron al clasificar, pero si uno revisa sus presupuestos, justamente eso le abrió la puerta a la sorpresa.

El Atlético de Madrid fue el único de los cuadros europeos de élite en quedarse en la fase de grupos, pero en su lugar avanzó el Botafogo (actual campeón de la Copa Libertadores). El resto que no clasificó pertenece a Ligas de segundo orden. Es decir, la lógica imperó en el certamen, como suele hacerlo en el futbol mundial. Generalmente, gana el equipo que tiene mejores futbolistas, y esos jugadores pertenecen a las instituciones con mayor poderío económico.

Por su parte, el Auckland City fue la Cenicienta del evento. Un equipo compuesto por maestros, bodegueros y representantes de ventas se midió ante el Bayern Munich y quedó claro que las distancias se mantienen como siempre, tras el escandaloso 10-0. Habrá quien diga que ese mismo equipo de trabajadores, logró arrancarle un empate a uno de los clubes con más historia en el planeta: Boca Juniors. Pero basta repasar la actualidad del Xeneize para entender por qué fue posible dicha situación.

Pero todo se va acomodando y, si no lo creen, pregúntenle a Lionel Messi y compañía. El equipo de Miami fue borrado por el Paris Saint-Germain en los octavos de final. La realidad es dura y suele ser muy necia. Estas líneas se escriben antes del enfrentamiento entre el City y el Al Hilal, pero no es difícil adivinar lo que sucederá. Y esta noche, el Monterrey enfrentará al Borussia Dortmund; tampoco es complicado pronosticar el resultado, pero ya veremos.

¿A cuento de qué viene todo esto? A que la Selección Azteca es el Bayern Munich de la Concacaf, y República Dominicana y Surinam podrían considerarse el Auckland City. Pero el equipo mexicano no ganó con autoridad. No demuestra su jerarquía, ni la diferencia en infraestructura que existe con respecto a esos equipos. El combinado que solía jugar de verde suele escudarse en que las distancias se han acortado. Sus rivales han crecido mucho y eso complica todo, de acuerdo a sus palabras.

¿Qué hubiera pasado si nosotros hubiéramos crecido, aunque fuera un poquito? Quizá, el espacio entre ese tipo de selecciones y la mexicana se mantendría con suficiente amplitud para no sufrir. Entonces, aquí hay de dos: Los jugadores son indolentes y arrastran el prestigio sin miramientos o la triste realidad es que nuestro futbol involucionó, mientras los demás daban pasos al frente.

futbol@eluniversal.com.mx

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