Hace un tiempo, me topé con un directivo del futbol mexicano . La charla que tuvimos fue off the record, y por eso no revelaré el nombre de dicho personaje. Tampoco especificaré la época en que esta plática sucedió, para evitar que adivinen quién es. Fue una charla de lo más tranquila, pero en la cual yo (con el aire de suficiencia que tenemos todos los periodistas) le preguntaba a mi interlocutor, palabras más palabras menos, ¿en qué carajos estaba pensando?
Su servidor, y la mayoría de mis colegas, pensábamos que en ese club habían enloquecido. Evidentemente, no se lo dije así, pero él sabía lo que yo y varios más pensábamos eso. Todas las contrataciones, y las salidas de jugadores experimentados, parecían —para ser bueno— una apuesta arriesgada. Después de darle vueltas al tema durante un rato, le pregunté sin tapujos algo muy sencillo: ¿Por qué?
Y su respuesta me dejó azorado. No recuerdo las palabras exactas que usó, pero —en resumen— me dijo que “ser ofensivo es buen negocio”. Mi reacción inicial fue decirle que me parecía un suicidio que una institución con tan poco presupuesto, y acostumbrada a pelear en la parte baja de la tabla de cocientes, apostará a la juventud y a la osadía.
Me vio con cara de “pobrecito ingenuo” y me repitió, absolutamente convencido, que “ser ofensivo es buen negocio”. Y me explicó su manera de pensar, y el modelo que estaba instaurando en su club. De forma muy sencilla, me dejó en claro que la única manera que tenían para generar ingresos para mantener a flote al equipo era a través de la venta de jugadores.
“¿Cómo quieres que venda a un jugador si no llegamos a la portería rival nunca? Tenemos que atacar para que nuestros futbolistas llamen la atención de los otros equipos. Y tampoco es que pueda vender a futbolistas de 30 y tantos años; por eso, rejuvenecí al plantel. Y, además, todos echados atrás perderemos más de lo que ganaremos. Entonces, si ataco, puedo vender jugadores y sumar los puntos necesarios para no sufrir en la porcentual”.
“Vamos a ver si es cierto”, pensé, al despedirme. Y sí ha sido cierto, y lo hace con un plantel corto (corto de verdad, no como el de Monterrey, según Javier Aguirre). Entonces, después de lo visto el fin de semana, con un América y unos Rayados lamentables y timoratos, fue imposible no recordar esa conversación y pensar que sería maravilloso que más dirigentes pensaran como aquel.
Adendum. Knut no entiende qué se mide para entregar el Balón de Oro . Muy enojado, me preguntó: ¿Es a la de a hue... dárselo a Messi ?
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