Hoy es 24 de diciembre y la mayoría de los niños en el mundo viven momentos de incertidumbre, pero de la buena. Hasta el chamaco mejor portado del planeta está pensando si se comportó lo suficientemente bien para que Santa Claus le traiga todo lo solicitado. Para seguir con el espíritu consumista de la época, pensemos qué regalos debería de recibir nuestro futbol (imaginemos que su conducta fue correcta y merecen obsequios, de lo contrario no habría columna).
De entrada, para iniciar con lo más obvio, al balompié nacional le caería de perlas un máximo jerarca (comisionado, presidente, rey, lord o como lo quieran llamar) con experiencia en lo deportivo y vocación para empezar a ordenar el desgarriate que alcanzó su clímax con las eliminaciones en primera ronda en la Copa del Mundo de Qatar 2022 y en la Copa América de este año. Es imperativo que ese mago tenga claro que lo principal radica en el ámbito de la cancha.
El aspecto comercial, aunque usted no lo crea, sigue sano y seamos francos: vender a la Selección Azteca es tan fácil como vender agua en el desierto.
Ojalá quien llegue (si es que llega) se tome un segundo para analizar lo siguiente: si con equipo sin aspiraciones reales en el concierto internacional se llenaron las arcas de la Federación Mexicana de Futbol, ¿cuánto dinero más se ingresaría si el equipo lograra jugar el mentado quinto partido y volviera a dominar la CONCACAF?
Para Javier Aguirre Onaindia, director técnico nacional, un regalazo sería la estabilidad. Tanto deportiva como emocional (no olvidar sus gestos e insultos a la tribuna hondureña). Y es que solo los resultados le darán esa firmeza de cara al Mundial de 2026 a celebrarse en Estados Unidos, Canadá y México. Ganar la Liga de Naciones y la Copa Oro de la Concacaf evitarán que el proyecto 2026 se vuelva a tambalear. No olvidar que, históricamente, con el cambio de poderes en la cúpula federativa la tolerancia al fracaso disminuye y muy ampliamente.
Para los futbolistas el mejor regalo sería la ambición. Pero bien entendida. Interés en mejorar día a día y buscar competir en el máximo nivel. Recuerdo como si fuera ayer, que cuando era niño se decía que el nivel de la Selección Mexicana crecería conforme más futbolistas nacionales se fueran a Europa. Tras el Mundial de Alemania 2006 comenzó un “éxodo” masivo y parecía que por fin se podría dar ese paso al frente.
Año tras año tenemos menos jugadores en el Viejo Continente y, lo que es peor, nuestra liga está copada por futbopistas extranjeros de medio pelo en la mayoría de los casos. Durante mi niñez también escuchaba constantemente que era un despropósito que en México hubiera hasta cinco plazas para foráneos. Pensándolo bien, esta Navidad lo que necesita de regalo nuestro futbol es volver a los 90… y si tienen dudas revisen las convocatorias de los mundiales de 1994 y 1998 y repasen esos nombres sin llorar de nostalgia.