El error es parte del juego. En realidad, es parte de la vida, pero este no es el espacio para diatribas filosóficas sin sentido. Las equivocaciones son parte fundamental del futbol (si nadie se equivocara sería casi imposible que hubiera goles). Por supuesto, hay de fallas a fallas y, en especial, sobresalen las de los guardametas. Si el arquero pifia, lo más probable, es que la jugada termine en gol. Siempre serán más escandalosos los desaguisados del portero.
Dicho lo anterior, la repetición de errores sí es un problema y sí es corregible. Si un portero comete el mismo comportamiento perjudicial con cierta regularidad, hay algo que arreglar. Este fin de semana, Kevin Mier y Rodrigo Parra fueron los protagonistas de los horrores en la portería, pero sería muy injusto ponerlos en la misma canasta. La inexperiencia no exime a Parra, pero obligatoriamente tiene que mitigar la dureza del juicio.
Por otro lado, lo de Kevin Mier ya es de llamar la atención. El colombiano es un arquero que cumple con todas las características que exige el juego moderno. Tiene buen juego de pies, sabe salir a cortar centros por arriba, achica bien, y bajos los postes es muy bueno. El pequeño gran problema del cafetalero es la falta de criterio o el exceso de confianza (puede ser cualquiera de las dos).
Parra es un principiante, quien seguramente tras cometer el mismo error dos veces ya habrá entendido que es mejor reventar la pelota que intentar driblar a un rival. Por su parte, Mier no tiene justificación. Tiene la suficiente experiencia como para entender cuándo hay que controlar la pelota, cuándo tocarla y cuándo no arriesgar ya sea por la zona del campo, por la presión del rival o el momento del partido.
Contra el Atlas perdió una pelota afuera del área que acabó en gol y no pudo controlar un tiro que no traía nada. Errores inconcebibles para un tipo de su categoría. Pero también fallas preocupantes porque parece que Mier no aprendió del pasado y sigue tropezando con la misma piedra.
Ahora se equivocó en un juego de fecha 2 que no le importa a nadie, pero sus excesos de confianza ya le costaron dos semifinales a La Máquina.
El golazo de Richard Sánchez desde media cancha se le achaca al argentino Rodolfo Rotondi, pero Mier pudo haber sacado la pelota cuando vio la presión americanista pero prefirió tocarla y arriesgar su marco. El torneo anterior cometió un penalti inexplicable sobre Aguirre y Cruz Azul se despidió de la liga. Son dos muestras nada más, pero dos ejemplos de que urge que en La Noria se trabaje con Mier en ese sentido, porque lo suyo es mucho más preocupante que lo de un niño que apenas debutó.
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