El futuro es tan incierto que, asegura la sabiduría popular, si quieres hacer reír a Dios (en el que cada quien crea), le cuentes tus planes. En el futbol, cada vez que un jugador cambia de equipo, es casi imposible saber si la apuesta resultará o no.
El club decide con base en el pasado inmediato del futbolista, sin saber si su presente o futuro inmediato corresponderá con lo ya realizado.
El jugador, cuando puede elegir entre varias opciones, lo hace sin la certeza de que podrá adaptarse al lugar, las condiciones o el estilo de su nuevo equipo.
Ese tipo de decisiones se podrían considerar riesgos calculados. Son apuestas cimentadas en el conocimiento, pero apuestas al fin.
El ejemplo perfecto es el de Edson Álvarez, quien aceptó dejar la mejor Liga del planeta por una que forma parte del segundo nivel europeo, por dos motivos muy claros: Ser dirigido por un histórico como José Mourinho y la posibilidad de jugar la Champions League (cosa imposible con el West Ham).
Pues Dios se carcajeó ante las intenciones de Álvarez. Sin siquiera haber debutado, y con un puñado de entrenamientos en el lomo, el Fenerbahçe se quedó sin Champions y, por ende, decidieron despedir a Mourinho.
“Éramos muchos y parió la abuela”, para continuar con los dichos.
Peor... Imposible para el examericanista. Las dos zanahorias que lo llevaron a Turquía desaparecieron en un movimiento. La ventaja que tiene Edson es su calidad, ya que es suficiente para adueñarse del mediocampo en su equipo.
Álvarez debutó este fin de semana y jugó los 90 minutos. Zeki Murat Göle, director técnico interino del cuadro de Estambul, destacó la labor de Edson en su debut.
El volante de contención mexicano se quedó como el perro de las dos tortas, pero con el Mundial a la vuelta de la esquina, deberá olvidarse de la mala pasada que le jugó el destino y enfocarse en lo suyo: Jugar.
El mexicano tiene que jugar, jugar y jugar, para llegar a la Copa del Mundo en las mejores condiciones posibles.
Lo pasado no tiene por qué afectar su futuro. Es cierto que no es lo mismo que lo dirija cualquier otro entrenador (suena Sergio Conceiçao), por sobre lo que hubiera significado tener a Mou a un costado de la cancha.
Aprenderle a un sabio del juego tendrá que posponerse para más adelante y ahora tener una sola, y quizás egoísta, meta: Norteamérica 2026.
El golpe fue duro, pero —como capitán de la Selección Azteca— no puede darse el lujo de retorcerse en el infortunio con que comenzó su aventura turca.
A todo se le puede encontrar lo positivo: Sin Champions, tendrá menos desgaste y —a diferencia de en el West Ham— puede ser el dueño del mediocampo canario.
Esta vez, ser cabeza de ratón será —seguramente— mucho mejor que ser cola de león. Al menos para el equipo nacional mexicano.
Adendum. En Fecha FIFA, Knut desaparece.
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