Son tiempos en los que la profesional se reduce a la remembranza y al abominable ejercicio de categorizar todo mediante encuestas en redes sociales, en las que —ante cualquier disentimiento entre los votantes— se cae en el error de toda la vida: confundir lo que se ha ganado con la calidad.

Pasa hasta en la entrega del Balón de Oro, así que —en la selva de las redes sociales— ¿por qué debería ser de otra manera? Tener más títulos acumulados no hace mejor al jugador, lo hace más ganador, y punto.

Ganar es el objetivo principal, pero no lo es todo. Mucho menos cuando de cuantificar el talento, la calidad o el legado se trata.

Giovani dos Santos es campeón Mundial Sub-17 (además, fue Balón de Plata de ese torneo), medallista de oro en Londres 2012, ganó tres Copas Oro, jugó en el Barcelona y en el Tottenham.

Pero nadie, en su sano juicio, se atrevería a decir que es mejor jugador que Cuauhtémoc Blanco, aunque el ahora góber haya tenido un paso fugaz por el humilde Valladolid, aunado a que sólo haya ganado un título de Liga en México, tres Copas Oro con Selección y una Copa Confederaciones.

A Lionel Messi se le señala constantemente que, hasta que no gane un Mundial, no podrá ser considerado el mejor de la historia. Pero, con la novedad de que en el Olimpo futbolero se permite la entrada a aquellos que no levantaron la Copa del Mundo.

Alfredo di Stéfano ni siquiera pudo jugar un Mundial. Johan Cruyff participó sólo en Alemania 1974 y cayó derrotado en la final.

 

Pero la calidad y el legado de ambos trascienden a la consecución de títulos. Los dos cambiaron al juego y maravillaron al planeta con sus actuaciones, y reducirlos a la falta de un trofeo en su palmarés sería una estupidez.

¿O me van a decir que Álvaro Arbeloa fue más futbolista que ellos por el simple hecho de que ganó un Mundial? Nadie ha ganado más trofeos en la historia que Dani Alves, pero vayan a Brasil y anímense a decir que es el mejor lateral que surgió de esas tierras.

Y a nivel de equipos sucede lo mismo, existen escuadras que, sin ganar, se volvieron legendarias: Hungría en 1954, Holanda en 1974 y Brasil en 1982, por citar tres ejemplos.

Quizá, el único caso —en este siglo, al menos— en que hubo justicia total fue Sudáfrica 2010, cuando le entregaron el Balón de Oro a Diego Forlán y no a un campeón. Porque, en un deporte de conjunto, los premios individuales no tienen por qué tener relación con los logros grupales.

A menos de que pienses que Arbeloa fue mejor que Cruyff. Adendum. Me llamó Knut para preguntar que si era en serio que hay clubes en México que consideran la posibilidad de contratar a Renato Ibarra. Solamente pude decirle que ojalá sean “voladas” de los medios de comunicación.

futbol@eluniversal.com.mx

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