¿Sirve de algo ganar la Copa Oro? Por supuesto que sí. Da calma y estabilidad a un “proceso” (seamos honestos, en la Federación Mexicana de Futbol ni conocen la palabra), y hará que el camino al Mundial sea menos turbulento.
Encima, el equipo de Javier Aguirre jugó su mejor partido del verano y se venció al máximo rival en el área.
Es verdad que no fue el equipo estelar de los estadounidenses, pero —en este punto de la historia de nuestra Selección— no estamos para ponernos exquisitos.
El contexto es muy importante, de eso no hay duda. Y, justamente, todo lo que rodeó a este triunfo debe ser clave en el análisis del cuerpo técnico y futbolistas. Hace dos años, México se emborrachó con una Copa Oro.
El desastre qatarí había sanado gracias a esa conquista y, para sorpresa de muchos, ese mísero triunfo fue suficiente para que los “padres del fracaso mundialista” le cerraran la boca a sus críticos.
Pero esos mismos jugadores, con todo y el gran ambiente que existía en el grupo, un año después se quedaron en la fase de grupos de la Copa América, y comenzó otra hecatombe.
Otra vez, a barajar y repartir de nuevo... Otra vez, a buscar al salvador de nuestro futbol.
Es por eso que esta conquista debe tomarse con pinzas, dejarse llevar por el éxtasis de la victoria puede ser muy peligroso.
Este equipo debe mejorar, y mucho, si es que quiere competirle a equipos de mayor envergadura.
Ahora, por supuesto que hay situaciones a destacar.
La aparición de Gilberto Mora fue tan sorprendente como refrescante. El chavo mostró personalidad, calidad y —quizá lo más importante— desfachatez para siempre jugar hacia adelante.
Marcel Ruiz también levantó la mano y supo aprovechar su oportunidad. El del Toluca se puede convertir en un gran socio para Raúl Jiménez.
Por supuesto, se confirmó que Raúl Jiménez es la figura rutilante del equipo. No es necesario agregar más.
Edson Álvarez no jugó su mejor certamen, pero igual su titularidad jamás deberá ponerse en duda.
México conquistó un torneo de ínfima categoría. Pero ganó mucho más que un trofeo.
Ahora, dependerá de Javier Aguirre y sus muchachos saber utilizar el capital ganado.
Esa calma que hoy rodea al equipo tiene que ser la piedra angular del examen de conciencia que dé inicio al proceso de solidificación del representativo.
Si no se trabaja al máximo en busca de mejorar, difícilmente podrán competir en una Copa del Mundo.
Falta un año y todo depende de la buena cabeza de Aguirre y sus lugartenientes en la cancha.
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