En México, los presidentes tienen todo el poder o ningún poder. —Frank Brandenburg
La embriaguez del poder. La ratificación de Rosario Piedra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), una nulidad carente de autoridad moral y repudiada por organismos defensores de los derechos humanos, porta una lección amarga: los senadores obradoristas son un rebaño para lo que disponga el Jefe Máximo, los intrépidos opositores de ayer, se han convertido en dóciles instrumentos al servicio del que manda. El valor civil se extravió y nadie lo encuentra, su abyección no tiene límites.
Instalados en la ignominia, esos senadores son capaces de votar sin fisura alguna por Rosario Piedra. En un arrebato de dignidad, algunos de ellos mostraron su inconformidad ante lo que tenían que hacer frunciendo el ceño y apretando los dientes. ¡Bravo, valientes!
La confirmación de Piedra no deja dudas respecto de quien sigue mandando en el país y exhibe la incapacidad de la presidenta Claudia Sheinbaum —que se va empequeñeciendo cada día— para influir en las decisiones de su creador.
En un momento en que repuntan las violaciones a los derechos humanos (Maite Azuela señala que, en este año, solo en Nuevo Laredo las fuerzas armadas han asesinado a ocho civiles inocentes), se confirma al frente de la CNDH a quien se ha convertido en tapadera de los excesos del poder.
La señora Rosario Piedra Ibarra tiene una sola cualidad: la de ser hija de doña Rosario Ibarra de Piedra, convertida en activista social a partir de la búsqueda de su hijo desaparecido. El 17 de septiembre de 1973 un comando de la Liga Comunista 23 de septiembre asesinó a don Eugenio Garza Sada, visionario empresario y un gran mexicano, en un intento fallido de secuestro, uno de los integrantes del comando era Jesús Piedra Ibarra.
Su nombramiento como presidenta de la CNDH formó parte de un diseño estratégico, López Obrador se propuso colonizar, doblegar o desaparecer a todos los organismos autónomos.
Estos eran días para la grandeza o el oprobio, unos optaron por la grandeza: la ministra Norma Piña, la magistrada Janine Otálora, los ministros Laynez, González Alcántara, Ríos Farjat, Gutiérrez Ortiz Mena, Aguilar y Pardo; otros optaron por el oprobio: los Zaldívar, los Yunes, los Pérez Dayán.
Lo ocurrido la madrugada de ayer es, a un tiempo, una derrota para la presidenta; un agravio para el legado de doña Rosario Ibarra, luchadora incansable (la propia organización Eureka, que ella fundó, desautorizó la candidatura de Piedra), y un descalabro para quienes sufren la violación de sus derechos humanos, pero esta decisión también nos dice que ese enorme poder espurio de Morena y sus aliados en el Congreso de la Unión va a ser utilizado como lo dispongan los desvaríos del Señor de Palenque.
Y como telón de fondo, el pueblo bueno y sabio que no entiende ni quiere entender lo que está en curso: la instauración de una autocracia, porque lo único que le importa es la permanencia de sus pensiones.
Presidente de GCI