En la víspera del Día de muertos, apenas pasadas las ocho de la noche y en la plaza “Mártires” de Uruapan —nombre que resultó premonitorio—, el alcalde Carlos Manzo fue abatido a tiros. A Manzo no lo asesinaron los sicarios, lo asesinó un gobierno sordo e insensible ante sus denuncias. La presencia brutal del crimen en Uruapan y en muchas partes de Michoacán y de México ahoga en sangre a la patria. Su asesinato porta un mensaje siniestro: “ante la ausencia del Estado solo nosotros mandamos”.

El alcalde lo había advertido: “No vamos a descansar, aunque nos cueste la vida”. También había denunciado que Morena se había contaminado de “lo peor del PRI, de lo peor del PAN y del PRD y de lo peor de la delincuencia.”

El mismo día que lo asesinaron, en la tenencia de Carrillo Puerto conocida como La Ruana, varios sicarios irrumpieron en la vivienda de Alejandro Torres Mora, sobrino de Hipólito Mora, fundador de las autodefensas, y lo asesinaron junto con su esposa.

Grecia Quiroz, la viuda de Carlos, hecha de la misma pasta, advierte: “apagaron su voz, pero no su lucha”. Quedan a la viuda y a sus pequeños un dolor inmenso pero también la luz del ejemplo de un hombre de verdad que, como Bernardo Bravo y muchos más, es un héroe cívico.

En su mañanera del lunes, agobiada y molesta, la Presidenta pregunta: “¿qué proponen? ¿La guerra contra el narco?” Sí, presidenta. A su gobierno le toca responder con la violencia legítima del Estado a las organizaciones criminales que hace tiempo le declararon la guerra a la sociedad.

Lo que le toca a usted es escuchar los llamados del alcalde asesinado a enfrentar a los criminales. “No encararlos es una traición a la patria” denunciaba el alcalde asesinado. Pero, ¿usted qué propone?, ¿abrazar a los criminales?, ¿acusarlos con sus mamás y sus abuelas?, ¿que cada persona lleve en su bolsa un estampita del Detente, como recomendaba el prócer? Lo que anticipa el Plan Michoacán equivale a salirse por las ramas. Pregúntele al pueblo y le dirá que hay que ir con todo hasta desenraizar esta maleza putrefacta.

Responsabilizar a los gobiernos anteriores a la 4T del desbordamiento criminal omitiendo la responsabilidad de la política de “abrazos, no balazos” es ridículo y cobarde. El problema viene de lejos, ciertamente, pero la orden de Andrés Manuel de no enfrentarlos llevó al empoderamiento de los grupos criminales grandes y pequeños.

¿Qué acaso usted ignora que fue su actual jefe de la Oficina de la Presidencia, Lázaro Cárdenas Batel, quien le pidió a Felipe Calderón su ayuda ante el desbordamiento criminal en el estado? ¿No sabe que ese avance se ha dado mientras pasaban por la gubernatura tres figuras del obradorato: Lázaro Cárdenas Batel, Leonel Godoy y Ramírez Bedolla? Y por cierto, presidenta, Carlos Manzo no murió, lo asesinaron.

Días de furia. De pronto se extienden las protestas, marchan miles en Morelia, Apatzingán, Pátzcuaro y Zitácuaro. No vamos a acostumbrarnos a vivir con miedo.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate

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