Lo que está en curso es un profundo realineamiento estratégico que convierte a países aliados en “abusivas contrapartes”, que le envía guiños al que fuera su enemigo histórico (ayer la Rusia de Stalin, hoy la de Putin), y pretende impedir lo que ya parece inevitable: la preeminencia global de China, el viejo gigante.
En su alocada carrera, Trump no busca quién se la hizo, sino quién se la pague, y por sus vulnerabilidades, sus graves errores y, sobre todo, por la tolerancia y connivencia del gobierno con las organizaciones criminales, México constituye su mejor punching bag.
La notable asimetría económica, política y militar de México explica por qué las señales de obsecuencia han sido claras y prontas: el vuelco en la estrategia de seguridad y el envío de diez mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera para reducir su porosidad.
La llamada Cuarta Transformación constituye un proyecto brutalmente regresivo que reduce la política de desarrollo a una política asistencial y avanza en la instauración de una autocracia. Sin embargo, el Plan México —una respuesta coyuntural a un problema estructural— puede dejar de ser una reacción improvisada, para constituir la simiente que nos lleve a un cambio profundo, a repensar México. Y en esa dirección, el americano feo puede ser el disparador de un quiebre mayúsculo en el país que nos lleve a desatar los nudos históricos que lastran la economía y nos mantienen en la pobreza.
Por ahora los propósitos y las acciones del Plan México son apenas un principio con muchas insuficiencias, entre ellas, la baja calidad de la clase gobernante, la ausencia de los “cómo” y los cuantiosos recursos que reclama su instrumentación, pero el gobierno de la doctora Sheinbaum, por su enorme base social y por la preeminencia que el obradorismo ha construido a la mala en todos los centros de poder, podría convertir la emergencia en oportunidad y concebir un proyecto de país que camine hacia adelante, no hacia atrás.
Se trataría de ir más allá del Plan México para construir respuestas sistémicas a los viejos desafíos de pobreza e injusticia y los nuevos que vienen de fuera, lo que obligaría a revisar todo: la política educativa, la industrial, la energética, la de infraestructura, la fiscal... Un quiebre de esa magnitud obligaría a abandonar el soliloquio y llamar a un gran acuerdo nacional: convocar a los principales centros de pensamiento en la sociedad, a la comunidad académica, a las iglesias, a los sindicatos y a las escasas fuerzas de oposición.
La doctora Sheinbaum pasaría de ser “la copia” de su antecesor, a la presidenta que México reclama. Pero lo anterior exige valentía y una sagaz operación política para neutralizar a los “emisarios del pasado” y lograr —como ocurre en materia de seguridad pública— desandar mucho de lo que caminó su antecesor, el verdadero segundo piso de la 4T; porque no podrá corregirse el camino si se mantiene la aberrante reforma judicial, si la transparencia exigible en el ejercicio del poder se convierte en opacidad, si se sigue tolerando la corrupción, la ilegalidad y la impunidad...
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate