El primero es, sin lugar a dudas, ganar la Presidencia de la República. Tarea titánica dada la asimetría del poder. Pero para ganar es imperativo disponer de una serie de condiciones que incluyen: un cuarto de guerra con los mejores estrategas —entre ellos varios exgobernadores y exsecretarios de acción electoral de los partidos aliados—, capaz de fijar la agenda y la ruta, diseñar las líneas de acción, responder con contundencia a los ataques del oficialismo y armar una eficaz estructura electoral en todo el país.

Sus críticos subrayan el descrédito de los partidos que la han postulado, pero callan ante la grosera alianza de Morena con partidos de baja calaña: el del Trabajo, el Verde y el de los evangélicos.

Pero adentro del Frente, Xóchitl tiene otros desafíos, uno mayor es el de impedir que se imponga la lógica de los aparatos, la del agandalle: la mala costumbre de repartirse las candidaturas entre ellos y los suyos, dejando a la vera del camino a aspirantes con presencia y prestigio.

Las candidaturas para las gubernaturas, el Congreso de la Unión y los congresos locales van de la mano con la Presidencial, unas fortalecen o debilitan a la otra. El presidente ya ha anunciado que, una vez que se instale la nueva legislatura, enviará un paquete de iniciativas de reformas constitucionales que implicaría un brutal retroceso: convertirían en una parodia al Instituto Nacional Electoral y a la Suprema Corte de Justicia. Para preservar nuestra precaria democracia es imperativo impedir que Morena y sus aliados ganen la mayoría simple o, peor aún, la calificada

Otro desafío reclama definir bien sus prioridades: los segmentos-objetivo: las clases medias, los jóvenes, los indecisos y los abstencionistas. Reconocer que las clientelas de Morena son inmutables y no perder el tiempo tratando de mover sus preferencias.

Está también la construcción de un proyecto de país que combata la pobreza y la desigualdad, pero no con asistencialismo, sino con educación y salud de calidad, con seguridad pública, obras de infraestructura y empleos justamente remunerados. Un proyecto que reconozca la cultura del esfuerzo y la dignidad del trabajo para lograr un país en el que solo permanezca en la pobreza aquel que no tenga el temple para esforzarse.

Las malas cuentas de este gobierno en materia de seguridad, salud, educación, medio ambiente y economía le abren espacio a propuestas inteligentes y viables. En materia de seguridad, solo a manera de ejemplo, el nuevo enfoque deberá privilegiar la atención sistémica e integral al desafío delincuencial, empezando por el estamento básico que constituyen las corporaciones policiales municipales y estatales, como se está haciendo en Yucatán; después atendiendo el ministerio público, el sistema judicial y el sistema carcelario.

Quienes anuncian burlones que Xóchitl ya se desinfló, lo hacen porque le tienen miedo y quieren que el Frente la reemplace por un adversario a modo. No, no es cierto que este arroz ya se coció, de hecho, ni siquiera lo han puesto en la cacerola.

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