A la hora de repartir las culpas, Andrés Manuel López Obrador convirtió a Carlos Salinas de Gortari en su villano favorito; todo cambió tras las elecciones del 2006, en su mente, su enigmática derrota solo podía explicarse por un fraude descomunal, desde entonces, Felipe Calderón, “El usurpador”, reemplazó a Salinas de Gortari.
A partir de 2018 y bajo el liderazgo de López Obrador el tsunami de Morena fue abarcando cada vez más territorios. Los nuevos gobernadores repetían la cantaleta: los culpables de todos los males eran Felipe Calderón, al neoliberalismo y sus antecesores. El problema hoy, a siete años de distancia, es que los gobernadores que están entrando reemplazan a sus cofrades.
Las disputas y los jaloneos entre morenistas empezaron con patadas encubiertas, pero ahora se exhiben públicamente, como ocurrió con el desencuentro entre los coordinadores parlamentarios en el Senado y en la Cámara de Diputados o antes, entre la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, y Ricardo Monreal, o entre el gobernador de Tabasco, Javier May, y su antecesor, Adán Augusto: el mismo personaje al que Adán Augusto nombró como secretario de Seguridad Pública, Hernán Bermúdez, encabeza el grupo criminal “La Barredora”, principal causante de la violencia desbordada en esa entidad. El dirigente estatal de Morena, Jesús Selván García, denuncia: “Nuestras instituciones están haciendo su mayor esfuerzo, lo vemos reflejado en detenciones todos los días, para contrarrestar esta crisis heredada por la corrupción y la ambición política.”
Aunque apenas ha iniciado su gobierno, el gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar, ha reprobado a quien lo antecedió en el puesto, Rutilio Escandón, quien no obstante su desastroso desempeño fue nombrado cónsul de México en Miami. Algo similar ocurre en Morelos, la gobernadora Margarita González Saravia denuncia la corrupción de su antecesor, Cuauhtémoc Blanco.
En los tiempos del PRI, los gobernadores notoriamente ineptos o corruptos eran llamados al palacio de los Cobián donde el secretario de Gobernación los persuadía de solicitar licencia a su cargo, así ocurrió, por ejemplo, con los gobernadores de Chiapas, Absalón Castellanos, y de Yucatán, Graciliano Alpuche Pinzón. Hoy, por el contrario, gobernadores insostenibles como Rubén Rocha, de Sinaloa, mantienen la protección desde lo más alto del establecimiento político. En el extremo, gobernantes que dejaron un tiradero al término de su mandato, como Cuitláhuac García, son invitados a integrarse al gobierno federal.
El dictum obradorista: 90% de lealtad y 10% de capacidad, ha tenido en los hechos, como traducción, el enquistamiento de una clase gobernante inepta y rapaz con su corolario: México alcanza un punto histórico en la percepción de corrupción (apenas 24 puntos de 100), violencia criminal desatada, desapego al estado de Derecho, un insignificante crecimiento económico (menos del 1% al año), vínculos con el crimen organizado…
El estado de Veracruz con Cuitláhuac García; Morelos con Cuauhtémoc Blanco; Chiapas con Rutilio Escandón; Guerrero con los Salgado, padre e hija; Sinaloa con Rubén Rocha; Zacatecas con David Monreal; Nayarit con Miguel Ángel Navarro; Sonora con Alfonso Durazo… Una galería del horror.
Presidente de GCI.
@alfonsozarate