Para la construcción del país de un solo hombre a López Obrador no le bastaba tener una mayoría abyecta en el Congreso de la Unión, ni intimidar o secuestrar a los órganos autónomos, necesitaba el control de la Suprema Corte de Justicia y en esa tarea le sirvió la docilidad del ministro presidente Arturo Zaldívar, la complicidad de dos de las nuevas ministras —Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz—, y la cobardía de otros ministros.
Zaldívar pudo haber optado por honrar su condición de titular del Poder Judicial en un tiempo especialmente crítico para México, sin embargo, decidió doblarse y apoyó de distintas maneras los ultrajes de López Obrador; en respuesta, el presidente lo definió como “el hombre necesario” y defendió su reelección inconstitucional.
La ministra Yasmín Esquivel llegó a la Corte a propuesta del titular del Poder Ejecutivo, la respaldaba la cercanía de su esposo, el ingeniero José María Riobóo, al presidente de la República.
Se ha dicho que a los jueces se les conoce por sus sentencias y la ministra Esquivel ha estado, como lo reconoció el propio presidente, no al servicio de la Constitución sino de sus “incursiones” en la Corte. Pero ahora, el maestro Guillermo Sheridan le puso un aguijón al exhibir que para obtener el título de licenciada en Derecho, plagió una tesis presentada un año antes; fue un plagio burdo para el que contó con la complicidad de su directora de tesis, Martha Rodríguez Ortiz, una profesora con muchos años en la docencia pero de escaso lustre que, para defenderla hace malabares y se autoincrimina. No, profesora Rodríguez, ni misoginia ni complot ni ataques a la UNAM, solo se trata de la denuncia de un robo, de la apropiación del trabajo de otro.
En el desconcierto ante la revelación del plagio, la ministra Esquivel no acierta más que a pedir y, en algunos casos exigir de antiguos profesores, que le expidan certificados de buena conducta que nada tienen que ver con lo que se denuncia: el plagio de su tesis, y después salió con la inocentada de que la plagiada es ella (muchos memes en las redes sociales se burlan de ese alegato ridículo). Lejos de admitir esa conducta deshonesta con el argumento que le ofreció López Obrador: “como un error de estudiante”, ha optado por una defensa obtusa; se esperaría más de quien ocupa un sitio en la Corte Suprema.
Aferrada a su puesto —pretensión en la que la apoya el propio López Obrador porque, como ha dicho, “está a favor de la transformación”—, Esquivel pone a los ministros de la Corte en una condición crítica porque si como dice el maestro José Carreño Carlón, la mañana del lunes 2 de enero acatan la línea que les dictó el titular del Ejecutivo y la eligen como presidenta, la Corte habrá caído otro peldaño: “nos dibujaría como la caricatura grotesca de una república bananera bajo el mando caprichoso de un cacique tropical”.
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@alfonsozarate