¿A quién beneficia que Alejandro Moreno Cárdenas, con todo su desprestigio a cuestas y con acusaciones que se acumulan día con día, se aferre al cargo? No al PRI, que sufre un rechazo en anchas franjas sociales; tampoco a sus aliados de ¡Va por México!, que empiezan a expresar su preocupación porque lo perciben como un fardo, por no hablar de sus propios militantes a quienes avergüenza. A quien sí le conviene es a Morena porque en la medida en que Alito se sostenga, le permite dosificar y exhibir las contrahechuras del tricolor sintetizadas en la figura de su dirigente: “así son, no lo olvides”, parecen decir.
Con todos sus claroscuros, el PRI ha tenido dirigentes de la estatura de Carlos Alberto Madrazo, Jesús Reyes Heroles o Porfirio Muñoz Ledo y también figuras anodinas como Lauro Ortega o de oscuras historias como El Negro Carlos Sansores Pérez. Sin embargo, ninguno se exhibió tan corrupto, inepto y vulgar como Alejandro Moreno, un personaje que concentró el poder, marginó a grupos representativos e impuso una camarilla excluyente entre quienes repartió las candidaturas para 2021.
Sus resultados electorales han sido desastrosos: de las 21 elecciones realizadas entre 2021 y 2022, el PRI solo ganó Durango, y Moreno Cárdenas no ha tenido la dignidad para reconocer su incompetencia y presentar su renuncia.
¿Qué lo lleva a aferrarse al cargo? Quizás piensa que le ofrece un blindaje: ¿cómo se atreverían a ir contra el presidente del viejo partido hegemónico? Pero ya lo están haciendo, y está una explicación más simple: se propone seguir exprimiendo para su beneficio lo que aún menguado le ofrece el tricolor. Pero su discurso bravucón contra el gobierno y su partido no engañan a nadie, está allí para negociar impunidad a cambio de servirle al Presidente, aunque para ello deje maltrecho a su partido.
Ni siquiera la exigencia de los anteriores dirigentes nacionales para que se separe de la presidencia ha tenido efecto, al menos por ahora, pero hay demasiada astucia acumulada en los expresidentes priistas (baste pensar en Manlio Fabio Beltrones o en Roberto Madrazo) que no van a aceptar un “no me voy” como respuesta.
La rendición de la plaza que los gobernadores de Hidalgo y Oaxaca —como antes la de Sonora y los de Sinaloa y Campeche— hicieron en beneficio de Morena, puede repetirse el año próximo en el Estado de México.
Retener el Estado de México es clave para el futuro del PRI, pero esto reclama asumir, en primer término, un mea culpa y, en segundo lugar, sustituir a Moreno por un liderazgo respetado, lúcido, capaz de darle cohesión, programa y candidatos cercanos a la gente al priismo mexiquense, así podrán sobreponerse a la eventual claudicación del gobernador Alfredo del Mazo, a quien se observa blandengue y timorato.
El PRI no tiene como destino ineluctable la extinción, en casi un siglo de presencia en todos los espacios del país creó más que una militancia una cultura política que permanece, pero mientras Alejandro Moreno siga al frente el viejo partido de la revolución institucionalizada se encamina al suicidio.
@alfonsozarate
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