Se consumó el asalto al poder. Hoy el régimen ya controla todos los poderes constitucionales, porque el Judicial, que había resistido las acometidas de un presidencialismo arbitrario, se ha convertido en otro aparato al servicio de la 4T.

La fotografía del lunes por la noche en el salón de plenos de la Corte muestra al diputado Sergio Gutiérrez (esposo de Dato protegido) y a la presidenta Claudia Sheinbaum al lado de Hugo Aguilar, ministro presidente de la Corte. Todo está consumado.

El primer día de la nueva Corte inició con una “limpia” realizada por chamanes, mientras el olor del copal envolvía ese espacio del Zócalo capitalino. Ese mismo día los ministros del acordeón, votados por el pueblo o una parte minúscula del pueblo, acudieron temprano a una ceremonia insólita en la que de rodillas invocaron a Quetzalcóatl y a Tonantzin, nuestra madre. En un Estado constitucionalmente laico y avanzado el siglo XXI, los responsables de cuidar la Constitución se prestaron a cumplir esa liturgia, una charlatanería y una violación constitucional.

El maestro Felipe Tena Ramírez proponía que la Suprema Corte de Justicia se integrara por un grupo de abogados cuyo origen fuera la carrera judicial para que conocieran todo lo procedimental, por doctos en derecho que aportaran su sabiduría, por abogados postulantes honestos y destacados para que la Corte tuviese sentido de la práctica y, finalmente, por políticos que conociesen la trascendencia social de sus resoluciones. No es esa la integración del pleno instalado el lunes, la mayoría de los nuevos juzgadores llegan sin trayectoria y sin prestigio.

¿Qué mérito vio Andrés Manuel en Hugo Aguilar para escogerlo? ¿Ser indígena y abogado? El antropólogo César Carrillo Trueba ha denunciado la contradicción que se da entre la extrema idealización del indio antiguo y el inmenso desprecio hacia los indígenas de hoy. Muchas políticas gubernamentales, afirma, coadyuvan a la desaparición de los pueblos indígenas, al abandono de su cultura, su modo de vivir y pensar. “Son políticas que desvalorizan lo indígena: precios injustos para sus productos, sobreexplotación del trabajo doméstico, bajos salarios en plantaciones y maquiladoras...” (El racismo en México, una visión sintética). La realidad contradice los discursos que ensalzan el glorioso pasado indígena. Para constatarlo basta observar la dura situación de las escuelas indígenas que en su mayoría sufren las peores condiciones de infraestructura, carecen de conexión a internet y computadoras y hasta de instalaciones de agua potable y sanitarios independientes para hombres y mujeres.

No pasará mucho tiempo para que se haga evidente de qué pasta están hechos los nuevos juzgadores. Por lo pronto, lo que prevalece son los malos augurios: la incertidumbre, la amenaza de una justicia facciosa.

Posdata: “Los hombres, escribió Guillermo Francovich, tienen una predisposición visceral a la idolatría. Se postran ante los astros, los animales y las plantas... Adoran, inclusive sus propios errores. Pues, como observaba Bacon, de sus pasiones, de sus hábitos, de su imaginación, hacen ídolos a los cuales consagran y a veces sacrifican su propia tranquilidad y su propia vida”.

Presidente de GCI

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