No ocurrió como en la Decena Trágica, una cobarde traición a la que siguió la orgía de sangre. Lo que sucedió, en cambio, fue un proceso vulgar que ha llevado a desfigurar la incipiente democracia. El demagogo con delirios de grandeza construyó desde abajo un liderazgo incuestionable; todo contribuyó a su propósito: los resentimientos acumulados en anchas franjas de la población, la narrativa que sedujo a los cándidos, las pensiones sociales… Los grandes intereses económicos se acomodaron, los partidos de oposición se hundieron por la mezquindad y la mediocridad de sus dirigencias, los sectores más conscientes de la sociedad se pasmaron y no faltaron los Judas.
Fueron varios los intentos previos para controlar al Poder Judicial: los apretones que llevaron a renunciar al ministro Eduardo Medina Mora, el golpeteo inclemente a los ministros de la Corte, la postulación como ministros de personajes alineados (o que se creían alineados), el intento de prorrogar el mandato de Arturo Zaldívar y, cuando no fue posible, de imponer en su lugar a la ministra Yasmín Esquivel.
La elección judicial tuvo por objeto, meramente, convalidar la decisión del Gran Elector, y así ocurrió: todos los propuestos por el Ejecutivo fueron confirmados por el pueblo bueno y sabio. Más que una venganza, que sí lo es, la reforma judicial fue la apropiación del último bastión de la democracia, se acabó la división de poderes.
Un abogado —mixteco, como Juárez— que discretamente aparecía en los acordeones de Morena, presidirá la Suprema Corte; unos celebran su condición de indígena y de defensor de los derechos de las comunidades indígenas, mientras otros recuerdan su papel para conseguir la anuencia de esas comunidades al trazado devastador del Tren Maya y Luis Hernández Navarro —uno de los estudiosos que mejor conoce la génesis y trayectoria de la rebelión zapatista— aclara que Hugo Aguilar nunca fue, como se ha repetido, miembro del cuerpo asesor del EZLN ni invitado a los Diálogos de San Andrés.
Sin embargo, y con un abstencionismo que ronda el 87%, la presidenta presume: México es ya “el país más democrático del mundo”, y Andrés Manuel deja su encierro voluntario para acudir a votar y pregona: “Claudia Sheinbaum es la mejor presidenta del mundo.”
Quienes pensaron que López Obrador no se atrevería a tanto, que las instituciones mexicanas eran sólidas y resistirían, que el gobierno y los poderes fácticos de Estados Unidos no permitirían una réplica del chavismo en su frontera sur, se equivocaron.
Hoy es un nuevo día y, en apariencia, todo sigue igual, no se observa el ir y venir de tanquetas por las calles; no hay detenciones masivas de los disidentes y críticos al gobierno como ocurrió durante el golpe de Pinochet, es más, ni siquiera millones de ciudadanos han advertido que el pasado domingo algo muy serio, muy grave ocurrió en el país. Sin embargo, apenas amaneció y ya es de noche.
Presidente de GCI. @alfonsozarate