Que ya le tocaba, que porque en otros momentos dio un paso atrás en beneficio de López Obrador… La verdad es que la aspiración de Marcelo de llegar a ser jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, en 1999, carecía de viabilidad, de allí su declinación a favor de Andrés Manuel. El llamado Partido del Centro Democrático, que fundó con Manuel Camacho, no era sino un membrete; sin embargo, López Obrador recompensó ese gesto integrándolo en su gabinete como secretario de Seguridad Pública.
Doce años más tarde, en 2011, Marcelo volvió a quedarse a la vera del camino, porque no había forma de ganarle la candidatura presidencial al mayor líder social de la izquierda. En consecuencia, sugerir que Andrés Manuel se la debía resulta una gracejada.
Ebrard no es un personaje carismático, carece de esa magia que lleva a seducir a los electores, tampoco es una figura popular, menos aún populachera, su reputación proviene de su sofisticación, del balance positivo de su gestión como jefe de Gobierno de la capital (aunque en el caso de la Línea 12 del Metro persisten graves cuestionamientos) y, sobre todo, de que era la opción moderada (la menos mala) de la 4T, en consecuencia, quienes lo apoyarían hoy serían electores “racionales” que, en el momento de la definición, no desperdiciarían su voto.
Astuto, como es, Marcelo Ebrard supo desde un principio que el presidente volvería a ser, como en los tiempos dorados del partidazo, el supremo elector, y supo siempre que la elegida era Claudia Sheinbaum, de allí su arrebato de llamar cobardes a Mario Delgado y a Alfonso Durazo, pero se queda corto: no se atreve a denunciar al ventrílocuo.
De manera análoga, sus denuncias ante la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena se circunscriben a lo que ocurrió el día de la jornada y la víspera, pero no osan señalar que, al menos desde dos años atrás, López Obrador mostró con toda claridad cuál era su designio y que, obedeciendo a su mandato, gobernadores, legisladores, funcionarios, intelectuales orgánicos y periodistas maiceados se lanzaron a la cargada.
Se abren algunos escenarios: si Movimiento Ciudadano postula a Marcelo como su candidato a la Presidencia es posible que las encuestas registren, en un primer tramo, un respaldo del 7 u 8 por ciento (porque la escisión de Jalisco lo dejaría casi en sus huesos); quizás más adelante podría darse un crecimiento a 10 o 11 puntos, pero allí se estancaría y, finalmente, en vísperas de la elección, se daría el desfonde cuando quienes lo hubieran apoyado entendieran que su voto sería un sufragio perdido y ejercerían el voto útil o estratégico.
En los años sesenta del siglo pasado se conocía a la parte más bella y vibrante de esta capital como la Zona Rosa, así la bautizó el pintor José Luis Cuevas porque, según decía, era demasiado audaz para ser blanca y demasiado tímida para ser roja. Éste parece ser el caso del excanciller: un político demasiado audaz para ser blanco y demasiado tímido para ser rojo.