Aceptemos que detrás de los malos gobiernos que ha sufrido el estado de Guerrero está una precaria cultura cívica de la mayoría de su población y que quien realmente gobierna no es Evelyn Salgado, sino su padre, el indefendible Félix Salgado Macedonio, un sujeto denunciado como agresor sexual y caracterizado por su comportamiento errático, pero, ¿en Nuevo León? ¿Qué explica la recurrencia de gobernadores depredadores e ineptos en un estado de pujante desarrollo caracterizado por una sociedad civil sumamente activa?
A Nuevo León lo gobernó Rodrigo Medina, el hijo de su papá. Se dice que su padre —quien movía los hilos desde la sombra—, solía decir: “Mi hijo da los abrazos, yo los chingadazos.” Lo siguió Jaime Rodríguez, El Bronco, personaje pintoresco que entregó malas cuentas y luego vino Samuel García, un inmaduro y frívolo político postulado por Movimiento Ciudadano (MC).
Distintas voces de la sociedad civil, incluidas las principales organizaciones empresariales de Nuevo León lo llaman a que renuncie a su pretensión de lograr la candidatura presidencial de MC. Con sensatez, Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de Monterrey, dice que no se prestará a dividir a la oposición. Pero el próximo domingo el niño Samuel se registrará en Movimiento Ciudadano para buscar la candidatura presidencial. El esposo de Mariana Rodríguez no desaprovecha oportunidad para hacer el ridículo, su discurso parece una réplica de los gobernadores de los años 30 o de El Piporro.
Kumamoto, la decepción
¿Zapopan bien vale una misa? Ahora queda claro que la ambición de aquel joven Pedro Kumamoto, que irrumpió en 2012 con un discurso fresco, crítico a los viejos partidos, se reducía a lograr una tajada del poder. Él y su grupo, el partido Futuro, se suman a la coalición que forman Morena, el PT, el Verde y Hagamos. No lo hicieron en 2018 cuando aún Morena era una promesa y López Obrador ofrecía llevarnos a La Tierra Prometida, en cambio lo hace ahora cuando ya son evidentes los desarreglos que deja atrás: el avance de la mancha delincuencial, el abandono que experimentan el sector salud y el educativo, la destrucción de instituciones, la captura o sepultura de órganos autónomos, la puesta en marcha de proyectos costosísimos y depredadores, la construcción del país de un solo hombre.
Detrás del abstencionismo, mal de nuestra democracia, está la decepción de millones de ciudadanos con la política y los políticos (“todos son iguales”). Un caso como el de Kumamoto confirma la certeza de los apáticos de que no hay alternativas, de que, más temprano que tarde, a todos les llegan a su precio.
Kumamoto se traga sus palabras, traiciona a muchos que, más allá de Jalisco, lo vieron como una alternativa en construcción pero, lo más importante, se traicionó a sí mismo.
La vida y las circunstancias les han dado oportunidades de excepción a dos personajes menores. Comieron ansias, no tuvieron, diría Renato Leduc, la sabia virtud de conocer el tiempo. Y allí están, con su apresuramiento y oportunismo, poniéndose al servicio de un proyecto regresivo que tiene por consigna: “derruir es gobernar”.