En el estudio de la política es clave el análisis de los dirigentes, de quienes por buenas o malas razones se han ubicado en el vértice del sistema político: su perfil, su trayectoria y la manera en que conectan con los grandes colectivos o con los núcleos del poder. En el caso mexicano sobresalen los siguientes tipos:
El administrador. Se trata de un personaje cuyo ascenso a la Presidencia se explica, esencialmente, por una coyuntura crítica o por sus dotes administrativas: es un eficiente funcionario con sólida formación. Ernesto Zedillo y Miguel de la Madrid se propusieron gobernar con orden y responsabilidad, ambos recibieron un país en crisis, una institución presidencial denigrada y/o una administración pública en ruinas y tuvieron la prudencia y el temple para imponerle al país la medicina amarga que permitió enderezar el rumbo.
El caudillo. Porfirio Díaz mostró en el campo de batalla sus dotes de estratega y su valentía, tras la restauración de la República era el general más prestigiado, su llegada al poder resultó inevitable; también caudillo fue Álvaro Obregón, el general que derrotó a Pancho Villa. De memoria privilegiada, humor negro y una superioridad intelectual respecto de quienes integraban la clase política de la post revolución, se impuso a la mala.
El pelele. Es el caso de los presidentes del Maximato: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas, aunque este último se sacudió al Jefe Máximo y restableció el presidencialismo. Simulan gobernar mientras el poder lo ejerce otro. Las burlas del pueblo expresan su desprecio a esos que se dejaban mangonear.
El astuto. No es muy inteligente ni siquiera un buen administrador, pero tiene la malicia para acomodarse cerca del poder y de los poderosos, carece de escrúpulos y tiene la capacidad para entender las reglas del juego y usarlas a su favor, como Luis Echeverría.
El líder natural. Como Miguel Alemán y Carlos Salinas de Gortari que mostraron desde la adolescencia su vocación de poder. Las experiencias del célebre Grupo H de la Escuela Nacional Preparatoria o “Los Toficos” en la Escuela Nacional de Economía muestran su catadura.
El buen gobernante. Como Adolfo Ruiz Cortines, quien reclutó a los mejores funcionarios, decidió con la razón y no con el capricho, fue un presidente discreto que no promovió ni permitió el culto a su personalidad, entendió el valor de la palabra presidencial y respetó la investidura.
El iluminado. Es el más dañino de todos. Está convencido de su superioridad intelectual o ética, y cree que tiene una misión que le encargó El Creador. Como López Obrador gobierna con ocurrencias y se cree a la altura de Hidalgo, Juárez o Madero.
Personajes con las cualidades suficientes para llegar a la Presidencia de la República como Antonio Ortiz Mena, Manuel Camacho o Marcelo Ebrard, no llegaron porque El Gran Elector desconfiaba de su independencia. El hartazgo social, por otra parte, favorece la llegada de personajes atípicos: charlatanes como el bato con botas (Musacchio dixit). ¿En dónde se ubicará la próxima presidente de México?