Después de la dura experiencia de su encarcelamiento en Veracruz (1996), Dante Delgado rompió con el PRI y se dio a la tarea de construir su propio partido, Convergencia Democrática (CD), que en 2006 se sumó a la candidatura presidencial de López Obrador; después, Convergencia cambió de nombre a Movimiento Ciudadano (MC).
El político que se formó en el PRI, ha intentado mostrarse como el más duro crítico a las formas priistas (“con el PRI ni a la esquina”, le gusta repetir) y lo ha hecho desde un liderazgo indisputado, porque es el verdadero dueño del partido. La presencia de figuras con trayectoria cívica como Martha Tagle, Patricia Mercado, Amalia García o Salomón Chertorivski, apenas encubre la naturaleza premoderna de su liderazgo.
El pragmatismo —la rentabilidad electoral— ha sido un factor crucial en sus decisiones, así pretendió postular a un controversial personaje de la farándula, Roberto Palazuelos, a la gubernatura de Quintana Roo e hizo candidato a un inmaduro y machista Samuel García, para Nuevo León.
Tiene razón Dante, la coalición opositora se integra por formaciones políticas que le han fallado al país; son muchos los oscuros del PAN, el PRI y el PRD. Sin embargo, contener la obsesión destructora de López Obrador y su ambición de concentrar todo el poder, exige una suma extraña de formaciones políticas: “ni remedio —decía el labriego— con estos bueyes tenemos que arar”.
Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, ha dicho que no comparte la ruta que perfila Movimiento Ciudadano y ha invitado al partido a dar un paso hacia la construcción de un verdadero frente opositor. Sin embargo, una y otra vez los llamados a sumarse desde distintas trincheras han sido ignorados por Dante, no obstante que muchos de los daños que ha infligido al país la llamada 4T se hubieran podido evitar si Movimiento Ciudadano se hubiera sumado a la coalición opositora en 2021.
Ahora, en vísperas de “la madre de todas las elecciones”, si se logra la candidatura de Xóchitl Gálvez, la contribución de Movimiento Ciudadano puede ser crucial para ganar la Presidencia de la República; así lo ve Clemente Castañeda, coordinador de su grupo parlamentario en el Senado. Ante esta realidad, la negativa de Dante resulta sórdida y extremadamente sospechosa, peor ahora que admite que no se descarta como candidato presidencial, con lo que le haría el caldo gordo a Morena.
La idea que algunos propagan, de que con una supuesta visión estratégica, Movimiento Ciudadano estaría jugando como una tercera vía en 2024 para preservarse como la opción más sólida en el 2030, resulta ingenua o perversa. Si Morena retiene la Presidencia y logra mayorías en el Congreso de la Unión, México entrará a un periodo oscuro, un Maximato que terminará por asfixiar a todas las disidencias y, si acaso pervive, Movimiento Ciudadano jugará el triste papel que desempeñó el Partido Popular Socialista en los años de predominio del PRI.
Para Dante y Movimiento Ciudadano solo aparecen dos opciones: dejar las indecisiones, sumarse al frente opositor y contribuir a frenar la consolidación de un régimen oscuro y autoritario o hacer el triste papel de esquirol, irse al basurero de la historia.