Ya desde La Política aristotélica, apuntaba el filósofo que existen diversas visiones en cuanto a las prácticas educativas. No todas están de acuerdo con lo que deben aprender los jóvenes, ya sea para alcanzar la virtud, para una mejor vida o para atender el cultivo de la inteligencia o el carácter del alma. Desde la visión de Fernando Castellanos Tena, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo difícil es equilibrar el binomio ciencia-cultura. Decía el maestro: “Quien carezca de cultura humanística no podrá comprender al hombre en todas sus grandezas y miserias, sólo el humanismo hará valorar lo que es bueno, lo que es bello y lo que es justo”.
En un festejo del Día del Maestro, en 2016, fue homenajeado Raúl Carrancá y Rivas por cumplir 60 años de impartir cátedra en la máxima casa de estudios. En su discurso afirmó: “Los maestros, juristas y abogados de hoy enfrentamos un gran reto, enseñar a nuestros alumnos que la indiferencia ante el panorama social convulsionado es pusilanimidad servil, porque con pasividad consentimos la presencia del error, del mal, de la injusticia, dejaríamos de ser buenos hombres ignorando que el compromiso mayor que tenemos es ayudar a vivir en una sociedad en la que prevalezca el espíritu, que es la fuerza primordial que impulsa al hombre a la realización de los grandes valores positivos y superiores”. Recientemente, este profesor emérito de la UNAM impartió una conferencia virtual en la que analizó y criticó la Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica, finalmente modificada por las autoridades sanitarias, entre otras cosas porque recomendaba a los médicos en una situación de crisis preferentemente salvar la vida de jóvenes en vez de adultos mayores. Hoy, Carrancá y Rivas está por cumplir 90 años, continúa ocupándose de enseñar con pasión y de contribuir con su pensamiento para alcanzar un mejor país.
El 15 de mayo la celebración del Día del Maestro pasó casi desapercibida. Es cierto que vivimos circunstancias extraordinarias por la pandemia que enfrenta México y gran parte del mundo, pero no todo es tragedia, sufrimiento o dolor. Hemos conocido, visto o escuchado infinidad de casos de heroísmo, solidaridad y amor de personas que han vencido al coronavirus. Más que nunca se requiere aplicar nuestros conocimientos para resolver con inteligencia la crisis sanitaria.
La educación que recibimos, las habilidades que desarrollamos o las decisiones que tomamos han tenido la influencia de, al menos, un maestro que marcó nuestras vidas. Médicos, abogados, ingenieros, políticos, periodistas y quienes tuvimos oportunidad de contar con un maestro debemos reconocer lo valioso de la vocación de educar, promoverla, practicarla o fortalecerla. En estos días, el sistema educativo está a prueba; sólo una minoría ha logrado continuar sus clases a través de las plataformas de comunicación a distancia y no podemos olvidar que el futuro de la educación es el futuro de México.
En septiembre de 1996 se publicó, en la Revista de la Facultad de Derecho de México núm. 209-210, un artículo intitulado “Evolución doctrinal del Finalismo”. En ese estudio, el doctor honoris causa, Carlos Daza Gómez, explicó las características comunes que debe tener cualquier hecho ilícito para ser considerado como delito. Resumió la evolución del pensamiento alemán que dio contenido a la acción, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad como elementos del delito. Al leerlo, descubrí las diversas escuelas penales, entendí que el método que utilizamos en México para estudiar, investigar y sancionar los delitos fue elaborado, desarrollado y enseñado por los alemanes.
Este es un sencillo pero muy sentido homenaje a todos los maestros de nuestro país. Los tres grandes maestros que mencioné son de la Facultad de Derecho de la UNAM. Ellos me inculcaron la pasión por estudiar el derecho penal, cambiaron mi vida para bien y representan los valores más altos de la Universidad, cuyo lema es: “Por mi raza hablará el espíritu”.
Académico de la UNAM