Esta semana dio inicio el ciclo escolar 2025-2026 en la Universidad Nacional Autónoma de México. Con ese motivo, el rector Leonardo Lomelí se dirigió a la comunidad universitaria para exhortarnos “a renovar ideales individuales y colectivos para consolidar la Universidad”. Pero la parte que me pareció fundamental es donde afirmó que “nuestro país y el mundo atraviesan desafíos sin precedentes; enfrentarlos exige jóvenes que piensen con independencia y actúen con empatía. Aquí en la UNAM encontrarán el espacio, las herramientas y el acompañamiento necesarios para construir un México más justo, sustentable y solidario”.
Este llamado debe extenderse a todos los jóvenes de México, de todas las universidades del país, de todas las instituciones públicas, de todas las empresas y asociaciones civiles. Exigimos jóvenes que actúen con empatía. Es una tragedia que en nuestro país ya no existan sentimientos que nos identifiquen como un solo pueblo, como nacionales con intereses comunes y con un sentimiento de pertenecer a una misma sociedad que atraviesa desafíos sin precedentes. Solo por mencionar uno de ellos, el de la seguridad pública.
El titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, nos informó el pasado fin de semana que se aseguraron 2.5 toneladas de metanfetaminas en Chiapas, una bodega con más de cuatro toneladas de precursores químicos en Guerrero y que se detuvo un tráiler en Tijuana que intentaba cruzar hacia Estados Unidos con 2.7 toneladas de drogas. Se trata de golpes a la delincuencia organizada que se suman a otros anuncios, como el desmantelamiento de laboratorios de metanfetamina en Culiacán, Sinaloa; el aseguramiento de hidrocarburos clandestinos en Tabasco o la detención de integrantes de organizaciones delictivas como la Familia Michoacana, los Viagra y la Barredora. Estos son sólo algunos de los resultados que ha dado el Gobierno Federal.
Lo anterior retrata el tamaño del problema de seguridad que enfrenta el Estado Mexicano prácticamente en todo el territorio. Vivimos cotidianamente con homicidios dolosos, violaciones, secuestros, extorsiones, robos y una serie de delitos de la mayor barbarie y gravedad que parecen ya no alarmarnos. Se han normalizado en nuestra sociedad las violaciones más graves a nuestros derechos humanos. Si bien es una esperanza la determinación con la que se ha conducido hasta ahora Omar García Harfuch, al coordinar con inteligencia la nueva estrategia de seguridad y combate a la delincuencia, existe una ausencia absoluta de empatía por parte de los jóvenes y la sociedad civil en general a los esfuerzos de todos los servidores públicos que arriesgan sus propias vidas por el bien común y que están tratando de recuperar la paz y la tranquilidad. Debemos reconocer sus esfuerzos y compartir los mismos sentimientos: el anhelo de una sociedad sin miedo.
Como dijo el rector Lomelí, hace falta empatía y también solidaridad, en este caso, con las víctimas de los miles de delitos que se cometen diariamente y que quedan en la impunidad. Hemos perdido los valores más importantes de una sociedad civilizada. En palabras del filósofo Gabriel Marcel: “Si algunos actos o ciertas prácticas nos siguen pareciendo condenables, es que vivimos de un capital de sentimientos que sobreviven algún tiempo a las ideas, a las creencias positivas que les conferían su justificación. Pero no vayamos a imaginarnos que un estado de cosas como este va a durar mucho tiempo. Todo apunta a que esos sentimientos, en gran medida ya en desuso, están condenados a desaparecer”.
Académico de la UNAM