El 1 de octubre tras su toma de protesta como presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en su discurso ante el Congreso de la Unión, aseguró que México tendría certeza y rumbo, capacidad de decisiones y autoridad para dar respuesta a los problemas del país.

Todos los que estábamos ahí entendimos el mensaje, y a la oposición nos quedó claro que no habrá diálogo con la titular del Ejecutivo, porque así lo dejó expresado y lo ha reiterado.

Al interior de Morena los mensajes de la presidenta Claudia Sheinbaum no parecen que se entendieran mucho.

Una y otra vez, más de uno está dispuesto a “jugar” a la lucha por el poder político y a querer dar el “manotazo” sobre la mesa.

No hay registro, en la historia reciente de México, en el que un expresidente haya podido extender su mandato más allá de un sexenio.

Las señales de la presencia de un “Amlomaximato” están presentes y seguirán estando si el golpe de autoridad no viene de Palacio Nacional.

El país es un caos, y el descontrol político se hace más evidente cuando muchos quieren hablar en nombre de la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum y a sus espaldas.

¿Por qué lo permite? ¿Por qué existe la impresión de que hay manos moviendo la cuna? ¿Por qué, al interior de Morena toman distancia de su investidura para presumir que las órdenes vienen de otras partes?

En el PRI, estamos en desacuerdo con muchas decisiones que se han tomado en este nuevo sexenio, en contra de iniciativas que han destruido la división de poderes y que debilitan el Estado de Derecho, pero institucional y políticamente reconocemos que la presidenta Claudia Sheinbaum es la titular del Poder Ejecutivo.

Como depositaria de ese poder es la responsable de delinear el rumbo de la nación y de ejercer el liderazgo y la legitimidad que le confiere la Constitución y el mandato popular. Cualquier posición que vaya en contra de este principio no solo genera incertidumbre política, sino que además violenta el mandato de millones de mexicanos y mexicanas que se pronunciaron en las urnas.

Emisarios del pasado, al interior del oficialismo, han postulado un supuesto derecho a disentir y socavar decisiones políticas que se toman en la actual administración, pasando por alto que México es una República y no un partido político, ni una secta para santificaciones.

En lo personal, no creo que la presidenta se sienta cómoda en esa condición en la que intentan ponerla, es muy visible, pero de nadie más que de la presidenta depende hacer valer su autoridad.

En desacuerdo con cualquier atropello que debilite nuestras instituciones, pero sin regatear que México tiene un solo titular de la Presidencia de la República.

La alternancia de poder y el respeto a la legitimidad de los procesos democráticos son fundamentales para la estabilidad y el crecimiento del país.

Que el oficialismo deje de lado posturas que buscan perpetuar liderazgos vencidos o crear figuras paralelas al poder presidencial.

México necesita figuras sólidas para poner orden y ejercer una política interior y exterior efectiva desde la autoridad que implica representar al gran país en el que tenemos la obligación de convertirnos.

México debe estar preparado para los escenarios que vienen, Estados Unidos hará presión y será inflexible para trabajar y colaborar en temas de seguridad, en exigir resultados contra el crimen organizado, ordenar los capítulos migratorios y el cumplimiento del T-MEC. Más vale que encuentren a México como una nación sólida y unida.

La soberbia es el pecado favorito del Diablo, al tiempo.

Presidente Nacional del PRI

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