La realidad de México se tiñe de sangre día tras día, en un panorama sombrío que parece no tener fin. Las masacres se han vuelto parte de la cotidianidad en diversas regiones del país, mientras el gobierno opta por mirar hacia otro lado, negando la gravedad de los hechos y minimizando el impacto devastador que estos crímenes tienen en la sociedad.

La masacre más reciente ha tenido lugar en Teuchitlán, Jalisco, un hecho que ha dejado nuevamente al país consternado ante la brutalidad y la impunidad. Las imágenes y testimonios han evidenciado una vez más la falta de respuesta gubernamental efectiva ante esta tragedia. Entre los años 2020 y 2023 se contabilizaron 2 mil 130 masacres en el territorio nacional, lo que equivale a una cada 19 horas. Estas cifras no son simples estadísticas; representan el dolor, la indignación y el temor de miles de familias que ven cómo sus comunidades se convierten en escenarios de barbarie y violencia desmedida.

Las características de estos actos atroces incluyen tortura, mutilación, violencia extrema contra mujeres y ataques directos contra cuerpos policiales. Las imágenes y testimonios de los sobrevivientes reflejan el nivel de crueldad al que han llegado los grupos criminales, mientras las autoridades permanecen inmóviles o, en el mejor de los casos, reaccionan de manera tardía e ineficaz.

Más allá de querer lavar la cara frente a esta realidad desgarradora, la presidenta Claudia Sheinbaum debe asumir su responsabilidad de llamar a cuentas al expresidente Andrés Manuel López Obrador por su fallida labor en materia de seguridad y los acuerdos ilegales que sostuvo con la delincuencia organizada. Dichos pactos dieron pie a la proliferación de centros de reclutamiento forzado de civiles inocentes a manos de estos grupos, lo que ha perpetuado la crisis de violencia en el país.

El impacto en la población es profundo y devastador. La ciudadanía se siente desprotegida, vulnerable y huérfana de un Estado que debería garantizar la seguridad y la justicia. En lugar de estrategias efectivas, lo que prevalece es un discurso oficial que intenta minimizar la crisis o justificar la falta de resultados con evasivas y argumentos insostenibles.

A lo largo y ancho del país, el miedo se ha convertido en parte del día a día. Las comunidades que alguna vez fueron tranquilas ahora viven bajo el yugo de la incertidumbre, y las voces que exigen justicia se apagan entre la indiferencia gubernamental y el creciente poder del crimen organizado.

Es urgente que el gobierno federal, los Estados y los Municipios trabajen en coordinación efectiva para enfrentar la violencia que desangra a México. Las estrategias deben ir más allá de la contención; es fundamental atacar las raíces del problema, fortalecer a las instituciones de seguridad y justicia, y garantizar el acceso a una vida digna y en paz para toda la ciudadanía.

Mientras la realidad siga siendo negada, mientras la impunidad siga prevaleciendo, México continuará desangrándose, y las masacres seguirán marcando el pulso de una nación que clama por un cambio urgente y verdadero.

Presidente Nacional del PRI

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