El 5 de mayo es una fecha trascendente en los Estados Unidos. Cada año, la Casa Blanca realiza una importante recepción encabezada por el presidente, las escuelas organizan festivales y actividades culturales vinculadas a México, y múltiples restaurantes ofrecen promociones de comida tex-mex y margaritas al dos por uno. Pareciera como si se tratase de la Independencia de México o de una suerte de fiesta de la mexicanidad.
Víctor Hugo
Sin embargo, nada de esto se asemeja a las conmemoraciones vinculadas al 5 de mayo con las que crecí en mi natal Puebla, cuya evocación incluye, principalmente, un popular desfile cívico-militar que, en términos generales, no tiene mayor tracción en otros estados, ni es un motivo de celebración especial. En ese sentido, ¿qué tanta relación guarda esta peculiar festividad en Estados Unidos con la historia de México?
En principio, habría que recordar que en la batalla del 5 de mayo de 1862, también conocida como la “batalla de Puebla”, se conmemora el triunfo del Ejército de Oriente sobre el napoleónico durante la segunda intervención francesa en México. Los hechos emblemáticos de esta gesta heroica tuvieron lugar en los fuertes de Loreto y Guadalupe, ubicados en la zona nororiental de la ciudad de Puebla. La suerte de enfrentar esta amenaza y dirigir a los efectivos mexicanos recayó en Ignacio Zaragoza, un joven general de tan solo 33 años, originario del poblado de Bahía del Espíritu Santo, entonces perteneciente al estado de Coahuila (hoy Goliad, Texas).
La batalla de Puebla es significativa por varias razones, pues a pesar de que un año después los franceses tomaron el control del gobierno de México e impusieron a Maximiliano de Habsburgo como emperador, el ejército mexicano, y especialmente los indígenas de la Sierra de Puebla que se sumaron a la defensa del territorio nacional, mostraron tal valentía, determinación y arrojo que marcaron un hito en la historia de nuestro país. El Ejército de Oriente aun con limitada artillería y una composición heterogénea, fue capaz de producir la retirada de los franceses, cuyo ejército era considerado el más poderoso del mundo. Al culminar este episodio, Ignacio Zaragoza envió el famoso telegrama al presidente Benito Juárez donde proclamaba la frase “las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
Si bien existen diversos momentos de la historia de México que resultan fascinantes, es pertinente insistir y preguntarnos qué ha generado tanto interés en los Estados Unidos por el 5 de mayo. A pesar de que no existe un consenso sobre los motivos de esta celebración, sabemos que su origen puede estar en al menos dos sucesos. Por un lado, en la década de los sesenta el movimiento chicano que pugnaba por los derechos civiles de la comunidad mexicoamericana empezó a utilizar esta fecha como fuente de inspiración y símbolo de lucha en reconocimiento de sus demandas. Por otra parte, a finales de los ochenta las compañías cerveceras mexicanas lanzaron una extensa campaña publicitaria con el objetivo de posicionar sus marcas en torno al 5 de mayo. Ambos sucesos se extendieron en ciudades con fuerte presencia hispana que, con apoyo de organizaciones locales, convirtieron al 5 de mayo o Cinco de Mayo en una festividad nacional, no solo para conmemorar la mexicanidad sino también el orgullo de ser hispano.
Para múltiples especialistas, celebrar esta fecha sin el sentido histórico que requiere solo favorece la promoción de estereotipos y la banalización de la cultura mexicana. Sin embargo, hay quienes consideran que también podría ser una buena oportunidad para promover la historia de México, y al mismo tiempo visibilizar a la comunidad hispana. El impacto económico de es festividad no es un asunto menor, considerando que, de acuerdo con cifras del último censo, hay más de 60 millones de hispanos en Estados Unidos, el segundo país del mundo con mayor número de hablantes del español, solo después de México.
En ese sentido, si conmemorar el 5 de mayo ha permitido evocar unión y dignidad entre los pueblos y sirve de vehículo para múltiples causas, no solo de los mexicanos sino también de los hispanos que radican en Estados Unidos, quizá valga la pena resignificar esta celebración. Esto implica, dotarla de un mayor contenido histórico y promover la auténtica representación de la cultura mexicana, así como difundir la importancia y contribuciones de los migrantes en todo el territorio americano. Solo así, entonces, valdría la pena preservar la fiesta del Cinco de Mayo.
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