El águila y el cuervo (The Eagle and the Raven, título original en inglés) es una novela histórica escrita por James A. Michener donde se presentan las similitudes entre Antonio López de Santa Anna y Samuel Houston. Según este autor, las trayectorias de ambos personajes son comparables por varios motivos: tenían casi la misma edad, encabezaron gobiernos, lideraron ejércitos y fueron figuras protagónicas de la historia de sus respectivos países. Sus vidas, además, se entrelazan justamente durante la Guerra de Texas, en la que ambos lucharon por el control político de la región.
El autor comienza con el relato de las razones que lo motivaron a escribir el libro. Esta sección, casi tan emocionante como la propia novela, muestra el apetito intelectual y la pasión por la narrativa de un hombre que estaba por cumplir 80 años al momento de escribir esta obra. El preámbulo es, en realidad, una profunda reflexión sobre la vida.
Posteriormente, el autor expone la biografía de Samuel Houston, quien recibió el apodo de “Cuervo” después de haber vivido con la comunidad Cherokee en el estado de Tennessee. Esta situación era atípica para la época, en la que los anglosajones solían desplazar a los pueblos originarios de sus territorios. A pesar de su personalidad rebelde y multifacética, Houston mostraba talento y valentía para la disciplina militar, lo que lo llevaría a escalar rápidamente en la estructura del ejército y a conseguir cierta popularidad.
Sam Houston se asentó más tarde en Texas, donde ayudó a organizar el ejército para luchar contra las fuerzas mexicanas. Derivado de este episodio de la historia, Houston ganaría la elección en 1836 a la presidencia de la recién fundada República de Texas. A lo largo de su vida, Sam Houston llegaría a ser congresista, gobernador de dos diferentes estados, senador y un serio aspirante presidencial.
Michener narra, por otro lado, la trayectoria de Santa Anna, llamado “El Águila” en alusión a la leyenda mexica sobre la fundación de Tenochtitlan. Nacido en Xalapa, Veracruz, Santa Anna ingresó muy joven al ejército y tuvo la oportunidad de mostrar su destreza al combatir al movimiento de independencia iniciado por Miguel Hidalgo. Al igual que Houston, su habilidad en el campo de batalla y sus constantes victorias le permitieron sobresalir entre las fuerzas castrenses. No obstante, el autor describe cómo sus ambiciones lo llevarían a cambiar de bando constantemente. Dependiendo de las circunstancias, lo mismo se sumaría a los liberales que a los conservadores.
En 1835, Santa Anna encabezó al ejército mexicano en la Guerra de Texas, en la que obtuvo el triunfo de la famosa Batalla del Álamo. Michener narra cómo Santa Anna y Houston estuvieron cerca de encontrarse en diferentes ocasiones; sin embargo, este encuentro no logró concretarse sino hasta la conocida Batalla de San Jacinto. En ella, Houston esperó a que Santa Anna y su ejército estuvieran distraídos y cansados para entonces acorralarlos.
Esta ofensiva significó una gran tragedia para Santa Anna y para México, pues, aunque este logró salvarse de morir fusilado, a cambio tuvo que firmar el ominoso Tratado de Velasco, que lo obligaba a replegar al ejército mexicano y a reconocer tácitamente la independencia de Texas. Al final de su vida, Santa Anna llegó a ser presidente de México once veces.
La obra de Michener aborda la forma en que ambos personajes han sido tratados por la historia. A pesar de que los dos lideraron ejércitos, fueron presidentes de sus respectivos países y vivieron en el exilio, Houston es recordado como un estadista. A la postre, una de las ciudades más importantes de Estados Unidos fue nombrada en su honor y se le construyeron estatuas y monumentos. Santa Anna, por su parte, pasaría a la historia como un villano y un constante traidor cuyas victorias en el campo de batalla quedaron eclipsadas por la eterna culpa de la venta del territorio nacional. Esta comparación en la novela de Michener resulta sumamente interesante.
Debo advertir que Michener comete algunas impresiones históricas que saltan a la vista fácilmente. Sin embargo, más allá de ver este libro como una profunda investigación académica o como una novela con grandes diálogos, su verdadero valor radica en la capacidad de imaginar estos paralelismos entre dos personajes que de otra manera serían muy difíciles de comparar y analizar en conjunto.
Todo esto, además, nos permite apreciar la historia de México y Estados Unidos desde otra perspectiva y reflexionar sobre cómo los ciudadanos del país vecino nos perciben y se perciben a sí mismos. Es, en conclusión, una buena obra que contribuye al entendimiento de la complejidad de ambas naciones, que, ya sea a través de su historia o de sus personajes, se encuentran profundamente conectadas.