Para abrir estas notas, recordemos a Ruy Mauro Marini cuando señalaba: “No es porque se cometieron abusos en contra de las naciones no industriales que éstas se han vuelto económicamente débiles, es porque eran débiles que se abusó de ellas”. Bajo esta inspiración dialéctica, podemos adelantar que no es la precariedad, ya instalada como condición estructural en el mundo del trabajo, la que permite que la tecnología despliegue su fuerza disciplinaria, extractiva y deshumanizante; la “tierra arrasada” -la precariedad previa- es lo que permite la colonización algorítmica del trabajo y de la vida.

Bajo estas consideraciones, acerquemos nuestra atención a distintas perspectivas teóricas, que reflexionan sobre la condición actual de la revolución tecnológica en su vínculo con la dependencia. No se trata de un bloque monolítico. Pero a pesar de las diferencias, por ejemplo, en el registro que presentamos, del marxismo crítico (Antunes), la economía laboral neoclásica (Arntz y col.), la sociología del trabajo digital (Gillespie, Sybord), la psicología social y subjetividad digital (Rojas), o los estudios sobre automatización (Carvalho-Machado Sáez), un eje con dos filones atraviesa sus abordajes en el mundo del trabajo actual: las tecnologías no son neutrales; hay procesos de dependencia tecnológica.

Revisando parte de los alcances de los autores citados, destaca el énfasis en la reorganización del trabajo, las nuevas configuraciones del poder, el refuerzo de dependencias ya existentes a partir del peso de las tecnologías y la intensificación de formatos de explotación y subordinación, aceptados por nuevas expresiones de vulnerabilidad en los sujetos (los nuevos “cuerpos dóciles” frente a las tecnologías digitales).

Desde esta rendija, vale resaltar que las tecnologías -sistemas automáticos, algoritmos, plataformas- apuntan a la sustitución de tareas, pero sobre todo tienen como materia de intervención la redefinición de la posición del trabajador dentro del proceso productivo. El correlato de su reflexión es otra de las madejas del hilo conductor que une a los autores.

Una preocupación general, que asume características particulares en el caso del mundo del trabajo, es la dependencia tecnológica. De nuevo, haciendo un recorrido por distintos autores, se aprecian convergencias y divergencias. Por ejemplo, Antunes habla de la dependencia como subordinación disfrazada, lo que implica re-conocer que las plataformas renuevan y ensanchan la explotación capitalista. Las plataformas no liberan, enfáticamente ocultan la relación salarial bajo una mascarada de control de tiempos y horarios, de independencia. Al mismo tiempo que se realiza la actividad, la producción de plusvalía se realiza con control algorítmico del trabajo.

Por su parte, Sybord también hace anotaciones sobre la dependencia, manifiesta como gobernanza algorítmica invisible. El nuevo género de carceleros (los guardianes del presente, los algoritmos) construyen gobernanza, que se concreta en la subordinación en los trabajadores a partir de algoritmos que, como en el experimento de Hawthorne con E. Mayo en la vigilancia discreta, operan sin hacerse visibles en las acciones de mediación, vigilancia y procesos decisorios. Como en el juego Maratón, la ignorancia avanza en las fichas que mueve el trabajador, pues no sabe cómo se le asigna la tarea, la evaluación, una dependencia epistemológica. Como manifestación del egoísmo y de la ausencia de responsabilidad social empresarial, la dependencia es asimismo organizacional, depositando en el algoritmo la gestión, reduciendo drásticamente derechos y responsabilidades, el reducto presente del neoliberalismo.

Siguiendo el filón de la dependencia, Gillespie subraya que la dependencia tiene una condición material y psicológica. Los trabajadores de plataformas informacionales (moderadores, crowdworkers) dependen de ese trabajo para recibir ingresos, beneficios y sobrevivencia, esto aun cuando la empresa, como sucede en general con las plataformas, no los reconozca como empleados. La dependencia no es un hecho excepcional, es ordinaria y estructural. Los trabajadores invisibles refuerzan con su precariedad -la inseguridad ocupando un primer plano- las ganancias de las empresas. A esto se agrega un aspecto no menor: el desaliento a la organización colectiva.

Por su parte, Rojas establece sobre la dependencia que se establece una discusión en el plano psíquico y vincular. Así, como hemos planteado a propósito del capitalismo de la vigilancia y el interés en la predicción de los comportamientos, las tecnologías condicionan decisiones, comportamientos y afectos. La (s) generación (es) ansiosa (s), atada (s) en las redes donde circulan emoticones, mensajes, likes, dislikes, fakes, que a solas o en su mezcla, enredan a los cuerpos a flujos de adrenalina, ansiedad, sobreexcitación, constituyendo a la tecnología, repensamos, en un dispositivo productor de subjetividades dependientes.

Carvalho-Machado Sáez, retomando el guante de elaboraciones clásicas, dirige su mirada a la dependencia y sus efectos en el desplazamiento laboral, por un lado, y en la reconversión sistemática, es decir, la calificación para mantenerse en la oleada de los cambios. La dependencia como una cinta transportadora sin fin, que se manifiesta en ajustes permanentes. En esta historia mutable, la transición tecnológica no es neutra, hay una distribución desigual de los costos.

Un ejemplo viejito para sostener que la “tierra arrasada” -la precariedad previa- es lo que permite la colonización algorítmica del trabajo y de la vida, lo que puede apreciarse en las siguientes gráficas, producto de la estadística oficial mexicana.

Alejandro Espinosa Yañez
Alejandro Espinosa Yañez

Bajo estas consideraciones, podemos subrayar que la dependencia surge porque los trabajadores quedan atrapados en un ciclo de, sin garantía, estabilidad.

Finalmente, Arntz, Gregory & Zierahn aluden a la dependencia como necesidad de adaptación obligada, lo que significa la actualización de habilidades, para mantener la posibilidad de la reproducción física, lo que a su vez se traduce en condición material para la reproducción del capital en su conjunto, no quedar fuera del mercado. Es una oportunidad que genera brechas, por los que pueden articularse a las nuevas tareas y sus desafíos, pero otros quedan en el camino, en el entendido de que la dependencia es asimétrica: la crítica al modelo educativo porque ha disminuido su capacidad de influir en la movilidad social es un argumento a revisar, si aceptamos, como hasta ahora parece, que los sujetos con menor educación son más dependientes de empleos más precarios, así como de programas de capacitación gubernamentales y de las empresas, con sabor asistencial en muchos casos.

La dependencia y el control, ya no como expresiones disciplinarias (el ejemplo de la fábrica fordista), pues asistimos a nuevas formas de dependencia y control, donde el algoritmo se distribuye en algunos casos de manera general, en otras para formar trajes a la medida, con procesos de adaptabilidad. Recordemos en este sentido, en extenso, a H. Braverman: “la adaptación de los obreros al modo capitalista de producción debe ser renovada con cada generación, tanto más que las generaciones que crecen bajo el capitalismo no están formadas dentro de la matriz de la vida del trabajo, sino que caen en medio del trabajo desde fuera, para expresarlo así, después de un prolongado periodo de adolescencia durante el cual son mantenidas como reserva. La necesidad de ajustar el obrero al trabajo en su forma capitalista, para superar la resistencia natural intensificada por los rápidos cambios de la tecnología, las relaciones sociales antagónicas y la sucesión de las generaciones, no termina por tanto con la “organización científica del trabajo”, sino que se convierte en un rasgo permanente de la sociedad capitalista”. Si la escuela ha contribuido en la edificación de sujetos bajo los cánones del capital (como se desprende de parte de la discusión en el campo de la sociología de la educación), con la presencia digital y el Iphone adherido a las generaciones más jóvenes (con la matriz del capital), la adaptación se inocula en cada like y emoticon, en cada recorrido por las redes tentaculares, una influencia casi sin límites. En consecuencia, no hay sorpresas respecto a la construcción de servidumbre social, incorporada como algo natural.

Insistimos, el control ya no es disciplinario (como en la fábrica fordista) ni sólo panóptico (como en la sociedad de vigilancia): es control algorítmico distribuido, continuo, adaptativo, invisible. La tecnología es un dispositivo de poder, emergiendo la dependencia tecnológica de relaciones sociales previas, por lo que la tecnología amplifica tendencias sociales preexistentes. No es un producto de generación espontánea, dado que la tecnología no crea la dependencia: la administra, la profundiza y la rentabiliza.

Parte de la evidencia comparada sugiere que la fuente primaria de la precariedad actual no proviene del ensanchamiento de las tecnologías, aun cuando como plantea, en un argumento que puede ser claramente aprehensible, Carvalho-Machado Sáez: “La segunda razón que dan estos autores sobre el desempleo provocado por el progreso tecnológico hace referencia a un fenómeno de transición. Dicho fenómeno se produce cuando los despidos provocados por la incorporación de máquinas al trabajo se producen a una mayor velocidad que la creación de nuevos puestos de trabajo” (Carvalho-Machado Sáez, 2020).

No son las tecnologías las que generan precariedad. Es la precariedad, ya instalada como condición estructural, la que permite que la tecnología despliegue su fuerza disciplinaria, extractiva y deshumanizante.

Las plataformas salen victoriosas en la naturalización de las condiciones sociales existentes, al aceptarse como “normales” estas condiciones; triunfan no porque sean más eficientes, sino porque encuentran terreno fértil en condiciones materiales en las que se expresan, entre otros, los mercados laborales debilitados (la tendencia decreciente en la tasa de sindicalización en general, como ejemplo), marcos regulatorios en crisis; un capitalismo global sin límites éticos, que, en el caso de lo expuesto, externaliza riesgos hacia el trabajador.

Sin edulcorar nada, como apuntamos al iniciar estas líneas, la “tierra arrasada” -precariedad previa- es lo que permite la colonización algorítmica del trabajo y de la vida.

PS. ¡¡Palestina libre!!

(UAM) alexpinosa@hotmail.com

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