Armemos un rompecabezas, en el sentido estricto de la palabra, sobre los cambios en las formas de vigilar-castigar, concretamente en los medios utilizados para el buen encauzamiento, reconociendo el tránsito del sometimiento corporal al psíquico, destacando sucintamente las formas de construir terror. Me apoyo sistemáticamente en M. Foucault, en una relectura sobre la actualidad argentina.
1. “Enrique VIII, 1530: Los mendigos viejos e incapacitados para el trabajo deberán proveerse de licencia para mendigar. Para los vagabundos capaces de trabajar, por el contrario, azotes y reclusión. Se les atará a la parte trasera de un carro y se les azotará hasta que la sangre mane de su cuerpo, devolviéndolos luego, bajo juramento, a su pueblo natal o al sitio en que hayan residido durante los últimos tres años, para que ‘se pongan a trabajar’ (to put himself to labour). ¡Qué ironía tan cruel! El acto del año 27 del reinado de Enrique VIII reitera el estatuto anterior, pero con nuevas adiciones, que lo hacen todavía más riguroso. En caso de reincidencia de vagabundaje, deberá azotarse de nuevo al culpable y cortarle media oreja; a la tercera vez que se le coja, se le ahorcará como criminal peligroso y enemigo de la sociedad” (K. Marx). Pedagogía del terror en pleno.
2. Más de 200 años después, “Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a ‘pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París’, adonde debía ser ‘llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano’; después, ‘en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio, quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento’” (Foucault).
3. Más allá de la distancia que separa los hechos, lo que se busca es enderezar conductas, si es posible sin retirar, mejor aún, al menos así argumenta Foucault, aunque siempre la tentación del encierro, que son medios drásticos de encauzamiento (la cárcel o el hospital psiquiátrico) más allá del sujeto, está presente. Para enderezar conductas, la vigilancia (“la inspección jerárquica”), y la aplicación de sanciones normalizadoras (visibilidad en la plaza pública o, en los nuevos tiempos modernos, en las redes sociales). Como efectos de poder, “los medios de coerción hacen claramente visibles aquellos sobre quienes se aplican” (Foucault). Pongamos un ejemplo reciente, para ello ubiquémonos en Argentina. Una mujer muy famosa, con una larga trayectoria artística –Mirtha Legrand (96 años)-, hizo referencias a que no se afecte a los trabajadores de la cultura y que no se cierre un cine emblemático en Buenos Aires, el Cine Gaumont, en respuesta a políticas instrumentadas por J. Milei, el presidente. La respuesta de los trolls fue fulminante, tanto que llevaron a la conductora de televisión a decir lacónicamente, en el lugar sin límites que se ha convertido Argentina: “te da cierto temor a expresarte”. Esta expresión, viniendo de Legrand, no es asunto de broma. Lo mismo le pasó al actor Ricardo Darín, y a muchos más, incluso del propio gabinete presidencial. De última noticia, una militante de H.I.J.O.S. –Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio- fue atacada en su propia casa, amenazada, violentada sexualmente, le dijeron que tenían órdenes de matarla, de que guarde silencio, robando documentos de la asociación. Al final, pintaron cuatro letras en la pared: VLLC, el alfabeto del terror, aludiendo a la enunciación de batalla de Milei, de Viva La Libertad Carajo. Esto, a días de que se cumpla un año más de esa noche oscura por el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, no es casual.
4. El diagrama del poder cibernético actúa por el efecto de una visibilidad general, que replica en la esfera de lo público –no en la plaza pública, sí en las redes (el parlamento, la opinión frente a medios de difusión, los propios medios y sus escenarios)-. Ya no es Damiens atenazado, desmembrado, fundido, son los medios visibilizadores (como dice el periodista Fontevecchia, se trata de una “nueva inquisición”, con el sustento del terrorismo digital -viva la libertad, como ironía-) los que hacen la tarea de la destrucción y aniquilación simbólica. Por ello se publican las fotos de diputados y senadores que han votado de manera distinta a lo que exige con sus modales agresivos y su ejército de trolls el presidente Milei, buscando por todos los medios de transformar a los individuos (diputados, senadores, periodistas, actores), edificando “un control interior, articulado y detallado —para hacer visibles a quienes se encuentran dentro”-, para que cuando salgan a la calle (después de la circulación profusa de las fotografías de los condenados por el índice presidencial en los medios) puedan ser repudiados por no ponerse al lado de la patria imaginaria del gobierno en turno. El uso de las redes sociales, con fines de exposición pública, está funcionando como una pasarela de la conducta para palomear o tachar (la pedagogía del terror cibernético en extremo) a los que hacen bien o mal su tarea, según sea el caso, en un uso abusivo del lenguaje, de los “argentinos de bien”.
5. En la coyuntura argentina se aprecia el impacto del sometimiento corporal: el hambre cruzando el Sur, despidos, estancamiento salarial, descalificación profesional –de docentes, trabajadores estatales, de la cultura, del mundo académico-, maltrato a los viejos, afectando directamente sus jubilaciones, al fin y al cabo están viejos y pronto, casi como deseo, se van a morir. En el sometimiento psíquico, la construcción de silencios, la muerte de tu imagen en redes, por el peso de la construcción del miedo y su correlato en destrucción simbólica. No es el uso de tecnología persuasiva (no solamente), sino sobre todo de herramientas y mensajes que J. Goebbels envidiaría, sin olvidar eso que se le atribuye de, repetimos, la evocación al silencio, y que “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. ¡Goebbels (no) nuestro que estás bajo tierra, tienes herederos!
(Profesor UAM)