El día 16 de febrero de 2024, tibio aún, se realizó el Foro educativo “Universidad y sociedad. Los grandes desafíos de América Latina” (Xalapa, Veracruz). Organizado por la Universidad Veracruzana, participamos Rocío Calderón, por la Universidad de Guadalajara, Carlos Salas Páez, colega de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, y el que esto escribe.
Me circunscribo a parte de lo que expuse. Un punto inicial de tensión: ¿de qué Universidad estamos hablando? Porque, como dice Martín Unzúe (2022), las “[…] instituciones de todas las partes del mundo, que funcionan con modos, orígenes, tradiciones, historias y condiciones económicas, políticas, sociales y culturales completamente diversas, con tamaños distintos, infraestructuras múltiples, ofreciendo carreras y grupos de disciplinas muy disímiles, incluso con formas de gobierno interno y marcos normativos, perfiles de sus cuerpos docentes, de sus estudiantes, roles de sus graduados, características de sus aparatos burocráticos y administrativos, modalidades de desarrollo de la docencia, mandatos institucionales sobre las misiones de investigación y extensión, profundamente singulares”.
Reconociendo entonces que hablamos de la complejidad, vayamos al escenario de la tierra arrasada, como un segundo punto de tensión, en este caso destacando las dificultades de la lectura (y sin despegarla, seguramente de la exposición escrita). En información de INEGI 2023, el porcentaje de la población de 18 años y más, lectora de los materiales considerados por el Módulo sobre Lectura (MOLEC), fue de 68.5 %: 12.3 puntos porcentuales menos que en 2016.
Continuando con la información del INEGI: la disminución de personas lectoras es gradual con la edad: para los grupos de 18 a 24 y de 25 a 34 años, la lectura de las páginas de Internet, foros o blogs alcanzó 63.0 y 52.5 %, en los dos grupos de edad citados, mientras que la lectura de libros fue menor, con 54.2 y 46.8 %, respectivamente. Veamos una sencilla gráfica para ilustrar la bronca en la disminución de la lectura.
Ahora, en lo concerniente al promedio de libros que lee la “población lectora de libros”, destacando los años 2021 y 2022, años en los que en el confinamiento era un recurso para hacer más soportable la vida el acompañarse de un libro.
Parte de la población que se presenta en los datos del INEGI, es la que llega a las instituciones educativas, a nuestras universidades. Con ellos nos encontramos en la experiencia en el aula y otros espacios universitarios. Por ello es pertinente ubicar en la complejidad y diversidad a “la educación superior como arena donde se reproducen o mitigan asimetrías de poder y de acceso a posiciones jerárquicas en el entramado social” (Rodrigo Arim y Carolina Cabrera Di Piramo, 2022).
Otro punto de tensión alude a la pandemia y los efectos. En la pandemia se construyó el escenario claro de los perdedores, excluidos, los “condenados de la tierra” a no alcanzar la nube, recordando a Frantz Fanon. No olvidemos que en 2001, 11,8 % de los hogares tenía computadora, y 6,2% conexión a internet. Esto en el 2001. Se trata de un proceso de crecimiento paulatino de acceso a este equipamiento, más allá de coyunturas de crisis económica o de vaivenes sexenales. En 2019, previo al confinamiento que llevó a un encapsulamiento al mundo (con una intromisión de lo tecnológico como nunca se había vivido), en 2019, 44,3% de los hogares contaban con computadora, en tanto la conexión a internet era del 56,4%.
Pero pensemos en un problema más: la algoritmización de la sociedad. Así, se trata de tres problemas a articular: 1) disminución en la capacidad lectora; 2) desigualdad digital; 3) la tendencia al alza de la algoritmización de la sociedad.
En todos los casos no se trata de acontecimientos ni de generación espontánea, es el peso de las condiciones históricas que oprimen como una pesadilla las posibilidades en el presente, lo que exige revisar la condición social actual.
Sobre esto del peso de las plataformas, tomemos nota de que Facebook es la red más popular del mundo, con 3,030 millones de usuarios. Tik Tok sigue en ascenso, pues creció 5.66% de julio de 2022 a 2023, en tanto el número de usuarios de redes sociales pasó de 1,482 millones en 2012 a 4,888 millones en 2023. Para tratar de entender los alcances de estas redes tentaculares, acudamos al planteo de Byung Chul-Han: “los aparatos digitales traen una nueva coacción,
una nueva esclavitud. Nos explotan de manera más eficiente por cuanto, en virtud de su movilidad, transforman todo lugar en un puesto de trabajo y todo tiempo es un tiempo de trabajo”, o como señala Preciado (2020), de que “estamos pasando de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica a una sociedad digital”.
Esta transformación tiene repercusiones en las tareas de lectura, en la demanda de trabajos escritos, en el relieve de la entrega de tarea bajo el esquema Tik Tok, es decir, en poner el acento en tareas breves, quizá descuidando abordajes ligados a la complejidad. Pero el problema es más profundo. En la visión pesimista, una síntesis de la mcdonaldización y la uberización de lo social en el campo educativo. Concluyamos siguiendo a Jorge Alemán (2023), cuando planteaba, fundamentado sobre el capitalismo invisible, que “Hay una mutación antropológica testimoniada por los 23000 millones de dispositivos conectados a la red”. Incluyamos, pues, lo concerniente a la Inteligencia Artificial (y de entrada su filón agresivo, más allá de las sorpresas que también depara) desplazando a los trabajadores, esto es, el peso de las tecnologías, de las plataformas, de la Inteligencia Artificial, reconociendo que en el conjunto de casos se aprecia el avance, en potencia y de facto, de la expulsión de fuerza de trabajo, estrechamente ligado a la conversión del proceso científico/tecnológico, con el correlato de una disminución significativa en el número de trabajadores ocupados. Reflexionando sobre el futuro del trabajo, retomemos a lo planteado por Néstor García Canclini (2020): “El futuro del empleo se anuncia como un sistema que combina procesos realizados por computadoras con tareas efectuadas por humanos. Nuestros diferentes modos de pensar, sentir, producir, consumir y tomar decisiones, se estarían volviendo agrupables y comparables al convertirlos en algoritmos”. Sí, estamos en curso de una “mutación antropológica”.
¿Estamos pensando desde la Universidad en estos escenarios? Una tarea a continuar.
(Profesor UAM)