En muchas de las páginas de los diarios (no todas) y en los programas políticos en la televisión (una parte de éstos), se argumenta que la democracia está en riesgo, que la disyuntiva se encuentra entre el fascismo o la democracia, sensatez y democracia versus el desquiciamiento y las políticas autoritarias. Veamos en el pasado próximo las elecciones en Francia para detener a Marine Le Pen, el asalto al Capitolio en Washington, alentado por D. Trump, o la alianza en España para detener al partido fascista Vox. Es un problema que atraviesa el mundo, y que en el continente americano justo ahora se concreta en Argentina.
No hay que ir muy lejos, Mauricio Macri (ex presidente argentino, dueño de Propuesta Republicana, más popularmente conocida como PRO, manager en las sombras del candidato incubado por los medios y los grupos concentrados –ahora los últimos medianamente temerosos de su creación, del huevo de la serpiente-, fue transparente, y eso que es bastante opaco. En el panel Una nueva era para la construcción del poder global, realizado en España, al lado de su aliado político Mariano Rajoy, ex presidente español del conservador Partido Popular, señaló: "los líderes deben bancársela y hacer lo correcto, aunque le joda a la gente", sí, así como se oye, “aunque le joda a la gente”. Si no es suficientemente claro entonces recordemos otra parte de sus palabras: "Sé que es muy duro pero los que asumimos el poder sin buscar el rédito personal (sic) tenemos que tener los huevos de decir que no y dejar de hacer lo políticamente correcto".
No deja resquicios a la imaginación Macri. Dicho de otra manera, lo de la respuesta autoritaria no es broma, desde un espacio político articulado (Macri-Milei, como protagonistas) en el que hay un dueño (Macri, titiritero, y un león domesticado por la “casta”), no hay consensos y destaca el repertorio de soluciones autoritarias.
En este contexto tan complejo, delicado, hay muchos políticos y gente de la cultura que han señalado taxativamente el riesgo de que llegue la motosierra a la presidencia, perdón, Milei. Otros personajes de la cultura y la política han subrayado que la propuesta de Milei es como un suicidio colectivo. De manera franca, una parte considerable de la sociedad argentina ha señalado que no va a votar por Milei, pero una parte de esta franja no ha dicho que va a votar por Sergio Massa. Es difícil para muchos/muchas decir que van a votar por Massa, eso se definirá en el cuarto de votación. Para los neutrales –cada voto que quede en blanco se duplica a uno de los candidatos, por los que no votan y por los que votan-, vale recordar las palabras del español Gabriel Celaya (La poesía es un
arma cargada de futuro): “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”. Y esto aplica frente a la orgía de sangre desatada del gobierno de Israel frente al invadido y vilipendiado cada segundo pueblo palestino –atravesada la no neutralidad por el crimen de Hamas, no puede eludirse-, y en otra escala, frente a los integrantes del radicalismo (el partido histórico Unión Cívica Radical, que tiene entre ceja y ceja y odios acumulados Milei), que han señalado tajantemente que no votarán por Milei, que lo han criticado, pero que solamente una pequeña parte ha declarado que votará, frente al peligro latente, por Massa.
Hablábamos líneas arriba del suicidio colectivo, figura a la que acude el analista Jorge Alemán, sustentado por la incertidumbre, la caída al vacío, como parte de la escena que se visualiza en caso de un triunfo de Milei. Recordemos al francés Émile Durkheim, fundador de la sociología y del texto clásico El suicidio. Estudio de sociología: “El suicidio altruista ofrece su máxima ejemplificación en la antigüedad. Allí son frecuentes las privaciones de la vida de los ancianos y enfermos, por una disminución de la aptitud para la lucha, a la que hay que dar una valuación económica y que se precisa entroncar con una decadencia de las energías”. Si pasamos este argumento por el rasero de los intercambios mercantiles –de un darwinismo social edulcorado del peso del mercado-, está presente Milei y, disminuida, la acción estatal. Se han dedicado en el equipo de Milei a negar este sentido, pero hay suficiente evidencias que develan la mentira.
La alusión al suicidio es por el ensamble de argumentos de Milei que apuntan a la muerte, la destrucción, a borrar de la faz a los “zurdos de mierda”, los kirchneristas, los colectivistas, los discapacitados, en fin, sin que se agote la lista, a todo aquel que se atreva a disentir del “liberal”, lo que condensa la propuesta de Milei como necropolítica.
Donald Trump, en palabras de Ignacio Ramonet (La era del conspiracionismo. Trump, el culto a la mentira y el asalto al capitolio), se definía a sí mismo como “líder carismático, un jefe mesiánico elegido para rescatar a Estados Unidos”. Quitemos a Trump de la cita y pongamos en el traje a la medida a Milei, empujado a su vez por sus seguidores dispuestos a tirarse al abismo, jalando a la sociedad en su conjunto.
No se aparta de lo anterior lo apuntado por Durkheim, que, así se asume el suicida, “Generalmente, el suicidio altruista se produce por motivos de una moral superior, derivados de un fino sentido del deber, que acusan en el sujeto un alto valor social. Sus causas hallan el origen en un imperativo ético, verdaderamente perfecto”. En octubre de 2022, en un acto en España, en una cumbre de ultraderecha, Milei afirmó: "Esto no es para tibios, somos superiores productivamente, somos superiores moralmente". Para documentar más aún nuestro optimismo, recordemos cuando Milei, el Narciso, el Dorian Gray de esta nuestra historia, comentaba que "Los libertarios somos superiores estéticamente a los zurdos de mierda”. Es cierto, esto pasó hace un año, ¿habrá cambiado Milei? No lo creo.
¡No es tiempo de neutralidad frente al espanto!
(Profesor UAM)