1. El viernes 2 de agosto, en las instalaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Azcapotzalco, participé en una charla sobre los cambios que propone la 4ª Transformación (Ciclo de conferencias intempestivas), con el título que da pie a esta colaboración.
El pretexto base fue el pronunciamiento de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, de que se va a eliminar en su gobierno el concurso Comipems para la admisión de estudiantes al nivel bachillerato en la Ciudad de México y en los municipios conurbados. Esto es un valladar a la desigualdad que prima en el acceso al sistema de bachillerato para miles de jóvenes, al mismo tiempo encarando la estigmatización de buenas o malas escuelas a un conjunto de planteles educativos. Operación necesaria, se tiene claro que no suficiente, pues no encara de manera sustantiva las raíces profundas del combo problemático.
Acudamos a K. Marx en sus apuntes sobre el “Proceso de trabajo y proceso de valorización” (1976): “En realidad, cuando los instrumentos de producción acusan en el proceso de trabajo su carácter de productos de un trabajo anterior es cuando presentan algún defecto. Cuando el cuchillo no corta o la hebra se rompe a cada paso es cuando los que manejan estos materiales se acuerdan del que los fabricó. En el producto bien elaborado se borran las huellas del trabajo anterior al que debe sus cualidades útiles”. Cosificación aparte, llevemos esta reflexión al campo educativo, comprendiendo que los profesores se acuerdan que los alumnos son parte de procesos preexistentes cuando: a) no saben; b) no saben lo suficiente; c) saben de más. Esto tiene implicaciones en la actividad laboral magisterial, si a ello agregamos que la organización del proceso de trabajo apunta hacia el diseño de la producción en la relación del trabajador con las condiciones objetivas en las cuales realiza su actividad, pudiendo detectar así diferencias en la relación del profesor con las y los estudiantes.
Esto viene a cuento, porque la iniciativa de Scheinbaum impactará todo el sistema educativo, desde la educación básica hasta la educación superior. Manuel Gil Antón, reflexionando en estas páginas (Distribuir o seleccionar, El Universal, 03/08/2024) dirigió parte de su reflexión a cuestionar lo académico del instrumento para seleccionar estudiantes en su intención de adscribirse al bachillerato, al trato igual a los desiguales y a un supuesto mérito individual desconectado de la realidad que se constituye en “el criterio de la distribución”.
2. Más allá de la simpatía en la medida a avanzar, el mundo educativo en general es un mosaico complejo, por ello vale la pregunta: ¿de qué Universidad estamos hablando? En pasada colaboración citábamos a Martín Unzúe, (2022), acordando que aludir a la universidad es hablar de “instituciones de todas las partes del mundo, que funcionan con modos, orígenes, tradiciones, historias y condiciones económicas, políticas, sociales y culturales completamente diversas, con tamaños distintos, infraestructuras múltiples”. A esto se agrega la existencia de estructuras de gubernamentalidad diferentes, a la par de disciplinas distintas. En lo que hace a la situación doméstica de la educación en México, también es posible destacar “modos, orígenes, tradiciones, historias y condiciones económicas, políticas, sociales y culturales completamente diversas en las instituciones educativas”. Estemos de acuerdo o no con la metodología, parte de las diferencias se aprecian en el vasto abanico que refiere al ranking web de universidades. Por ejemplo, para 2021, en los primeros seis lugares aparecen la UNAM, el CINVESTAV, el Tecnológico de Monterrey, el universidad de Guadalajara y nuestra casa de estudios, la UAM.
3. Acudamos al Módulo sobre Lectura (MOLEC). En 2023, el porcentaje de la población de 18 años y más, lectora de los materiales considerados por el MOLEC fue de 68.5 %: 12.3 puntos porcentuales menos que en 2016 (80.8%), es decir, una tendencia decreciente notable. La relación es estrecha con la tarea educativa. Por otra parte, siguiendo datos sobre marginalidad, desde la estadística oficial, destacan la presencia de analfabetismo en muchos hogares, la primaria inconclusa en segmentos poblacionales amplios y condiciones de hacinamiento (es decir, “Sin habitación propia”, pensando en Virginia Woolf), lo que demostró las condiciones de desigualdad en particular en la coyuntura de la pandemia.
Sumemos el acceso diferenciado a la nube tecnológica, en donde se encuentran en franca desventaja las poblaciones rural e indígena, así como al revisar la información por estratos sociales, parece bobo decirlo, los sectores Bajo y Medio bajo (Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, ENDUTIH), presentan una accesibilidad muy por debajo en lo que hace a la computadora, el acceso a internet y a la telefonía celular. De nuevo pensando en la universidad, podemos entender a “la educación superior como arena donde se reproducen o mitigan asimetrías de poder y de acceso a posiciones jerárquicas en el entramado social” (Rodrigo Arim y Carolina Cabrera Di Piramo, 2022).
Tenemos cuatro tensiones y problemas a articular: a) la universidad que se asoma; b) disminución en la capacidad lectora; c) desigualdad digital; d) la tendencia al alza de la algoritmización de la sociedad. No son acontecimientos ni generación espontánea, es el peso de las condiciones históricas que oprimen como una pesadilla las posibilidades en el presente, lo que exige revisar la condición social actual.
En la cuarta tensión es pertinente recordar a Preciado, en su argumento de que “…estamos pasando de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica a una sociedad digital, de una economía industrial a una economía inmaterial, de una forma de control disciplinario y arquitectónico, a formas de control microprostéticas y mediático cibernéticas” (Preciado, 2020), con las repercusiones, en su ensamble, en las tareas de lectura, en la demanda de trabajos escritos, en el relieve de la entrega de tarea bajo el esquema Tik Tok, es decir, el poner el acento en tareas breves, quizá descuidando abordajes ligados a la complejidad. En la visión pesimista, se trata de una síntesis de la mcdonaldización y la uberización de lo social en el campo educativo, aspectos en los que hay que trabajar.
4. Sólo lo anotamos. En la UNAM, sumando a eméritos, ayudantes, técnicos académicos, profesores de carrera e investigadores, en información actual, se informa que concentra al 41.21% de personal académico, en tanto los profesores de asignatura alcanzan el 58.79%. ¿Esta estructura del personal académico puede soportar, en un futuro mediato, la incorporación de miles de demandantes de educación superior? En el caso de la UAM, contrastando con la UNAM, el 67% es personal académico definitivo, en tanto el 33% es temporal. De la información oficial de la UAM atendamos en una breve línea del tiempo la demanda, relacionándola de inmediato con la matrícula en el mismo período
Con estas condiciones, agregando que hay un proceso de envejecimiento del destacamento docente en la UAM (en 2003, el promedio de edad era de 50.2 años, para 2020 el promedio de edad es de 59.2 años), la UAM puede enfrentar el desafío de incrementar su matrícula que en general permanece, considerando la demanda histórica creciente.
Se trata de problemas y desafíos en el escenario que se abre por la iniciativa de eliminar el concurso Comipems y su posible impacto en la educación superior.
Profesor UAM