Para mi hermano Fer
Somos testigos, en tiempo real, muchos con indignación, otros con una pasividad pasmosa, de cómo Israel despliega una política sistemática de exterminio contra el pueblo palestino. Las palabras se quedan cortas ante la magnitud del horror, el tamaño de la miseria humana: limpieza étnica, genocidio, muerte planificada. Estas palabras son pronunciadas por una parte de la comunidad judía, que reconoce la impiedad del gobierno de Israel hacia el pueblo palestino. Son parte del abecedario de una parte de la población mundial indignada frente al crimen ordinario.
En este contexto, resalta la acción de dos organizaciones no gubernamentales israelíes, B'Tselem y Physicians for Human Rights- Israel (PHRI), que han acusado directamente al gobierno de su país (de Israel, judíos, seres humanos, no traidores de su propia historia) de cometer un genocidio en la Franja de Gaza. La acusación está muy lejos de ser una exageración retórica, al abrir los ojos y escuchar los gritos, convertimos esa materia prima del dolor en argumento firme: desplazamiento forzado, estrategias militares para matar por hambre y sed, y bombardeos dirigidos que afectan principalmente a la población civil, incluidos niños y niñas.
En este escenario devastador, México ha tomado una posición significativa al apoyar en mayo de 2024 la denuncia presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia contra Israel por posibles delitos de genocidio. Este respaldo se suma al reconocimiento oficial del Estado de Palestina, acción que adquiere aún más relevancia frente al boicot económico impulsado por Donald Trump contra gobiernos que buscan avanzar en ese mismo sentido. El presidente estadounidense ha expresado su indignación por los planteamientos de Francia, Gran Bretaña -con matices, de que cambie Israel su política agresiva y de destrucción total- y Canadá de reconocer al Estado palestino, amenazándolos con más aranceles. La lógica trumpista es perversa: si desafías mi complicidad con Israel, te castigo económicamente: los aranceles como herramienta de guerra e intervención en asuntos domésticos. Así, la vida palestina queda mercantilizada, convertida en moneda de cambio geopolítica.
También en lo que hace a perversión, el gobierno de Israel, encabezado por B. Netanyahu, sobre el que pesan crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra en la Franja de Gaza (Corte Penal Internacional dixit), se pinta solo. La violencia ejercida sobre el pueblo palestino no se limita a los ataques con bombas. Se ha perfeccionado un sistema de crueldad que utiliza el hambre y la sed como armas. El cerco impuesto por el ejército israelí no sólo impide el acceso a alimentos y agua, sino que, en su perversión aguda, busca generar disputas internas entre los propios palestinos por conseguir algo para sobrevivir: el darwinismo social a prueba en el laboratorio de exterminio bajo la gerencia del gobierno de Israel. Y cuando esos cuerpos desnutridos, flacos, llenos de huesos -hombres, mujeres, niños y niñas- se acercan en busca de algo para llevar a la boca, las balas los reciben. La lógica es brutal: no importan los palestinos (recordemos a Golda Meir, que llegó a ser primera ministra de Israel, cuando le preguntaban de los palestinos, decía: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”), su vida no vale nada.
Las cifras sacuden: desde el confinamiento más estricto, más de 150 personas, en su mayoría niños y niñas, acribillados por el hambre y la sed. El 22 de julio de 2025, la BBC reportó que, en tan sólo dos días, al menos 33 personas murieron por inanición en la Franja de Gaza, según el Ministerio de Sanidad gazatí. La muerte es lenta, se instala en los huesos, convierte a las víctimas en cadáveres vivientes (algo así vivió el pueblo judío en los campos de concentración; ¡no se acepta la desmemoria a estas alturas!). Ahora, pensemos un momento en los efectos de los que sobrevivan, ¿qué afecciones y debilidades presentarán en su vida adulta estos niños desterrados de su condición de infancia, arruinados en sus cuerpos y almas (mutilados física y emocionalmente), los destruidos de la tierra?
Indignación e impotencia por donde se le vea: ¿qué hacer frente a los poderosos matones? A pesar de que millones de personas en el mundo han expresado su respaldo al reconocimiento del Estado palestino -al menos 120 países han pedido la existencia de dos Estados-, los gobiernos con poder de veto y capacidad de sanción han optado por la complicidad, la aceleración de la campaña de muerte y la elusión frente a una realidad construida con base en la tragedia y la limpieza étnica. Las sanciones internacionales a Israel siguen ausentes, a pesar de que, a la par de otras acciones, constituyen una medida eficaz para detener su agresión.
No es posible seguir justificando lo injustificable. Israel es el factor principal de desestabilización en la región (nada más y nada menos posee armas nucleares y su ejército está catalogado entre los cinco más poderosos del mundo); sumemos que también es un ejemplo flagrante de antidemocracia. No hay ningún vestigio de civilización en su actuar: lo que hay es barbarie plena. Y no se trata de una figura literaria. Las declaraciones de sus propios funcionarios evidencian la deshumanización que rige su política bélica. Moshe Feiglin, exmiembro del parlamento israelí, expresó sin pudor: “Cada niño, cada bebé en Gaza es un enemigo. El enemigo no es Hamás. Ni siquiera es el ala militar de Hamás como nos afirma el jefe de la fiscalía militar que dice que no se puede lastimar a un miembro de Hamás si no forma parte de esa ala. Cada niño en Gaza es el enemigo. Tenemos que conquistar Gaza y colonizarla y no dejar a un solo niño gazatí allí. No hay otra victoria”. Palabras textuales, no es ningún invento, fake news o el correlato de la Inteligencia Artificial para desprestigiar a alguien. Los niños son enemigos, ni uno solo se salva de la condena. Su lugar es la muerte (por bombas y metralla; si fallan, por falta de comida; si esto no resulta, se morirán de sed los condenados de esa tierra).
Esta concepción exterminadora contrasta con el dolor y la humanidad del pueblo palestino, expresado con fuerza por Riyad Mansour, representante de Palestina ante la ONU: “Miles de niños están muriendo de hambre. Las imágenes de madres abrazando sus cuerpos inmóviles acariciándoles el pelo, hablándoles, pidiéndoles perdón. Esto es insoportable, ¿cómo puede alguien…? No lo puedo creer […] Tengo nietos, sé lo que significan para sus familias. Y ver la situación de los palestinos sin que tengamos corazón para hacer algo está más allá de lo que cualquier ser humano normal puede tolerar. Las llamas y el hambre están devorando a los niños palestinos. Por eso estamos tan indignados como palestinos. En todas partes, los 14 millones de palestinos en los territorios ocupados, en la diáspora, en los campos de refugiados… en lugares lejanos… amamos a nuestros hijos, amamos a nuestro pueblo. No queremos verlos pasar por esta tragedia. Y estos ataques salvajes por parte de quienes dicen luchar contra la barbarie”. Piden perdón por no protegerlos más, por no poder calmar su sed, por traerlos a un mundo despiadado, por verlos morir de hambre y no poder hacer nada. Es muy jodido. El mundo al revés, ni demócratas ni civilizados. No es una guerra, es una campaña de exterminio.
Con mi esposa, que me compartió un vídeo que me hizo llorar, y que la hizo llorar a ella (https://www.facebook.com/pbiEspanol/videos/la-humanidad-habl%C3%B3-en-voz-altaen-bath-inglaterra-durante-17-horas-seguidas-se-le/1257686209094385/), nos preguntábamos sobre lo que podemos hacer. A bote pronto comentaba, bajo la influencia del poeta sevillano Antonio Machado de “cuando de nada nos sirve rezar, caminante no hay camino, se hace camino al andar”: colocar una bandera de Palestina en las casas o departamentos que tengan la suerte de tener balcón, llevar una pulsera con la bandera de Palestina en la muñeca, pegar calcomanías en los autos, maldecir a los que matan, llorar por los muertos, porque son nuestros, más allá de los miles de kilómetros que nos separan; pensar en los diarios que podrían haber escrito los miles de niños asesinados. Mandar cartas a las redacciones de los periódicos. Meterse en las redes sociales y comentar sobre lo que está pasando, darlo a conocer o darlo a conocer más. Reconocer que lo hecho por nuestro gobierno nacional es muy importante, pero que hay otras acciones por impulsar para demandar el alto a la política criminal del gobierno de Israel.
La barbarie no es sólo la que ejecuta quien lanza las bombas, sino también la que permite la inacción. ¡Que nada humano nos sea ajeno, que la vida de los palestinos también importa! La única respuesta digna y urgente es avanzar hacia la construcción de un Estado palestino, donde el pueblo palestino no sólo sea reconocido, sino también respetado. La historia nos juzgará por lo que hicimos -o no hicimos- frente a esta masacre.
(UAM) aley@correo.xoc.uam.mx