Reviso el texto del historiador británico Eric j. Hobsbawm, Industria e imperio. Una historia económica de Gran Bretaña desde 1750. Publicado por primera vez en 1968, me parece una lectura necesaria para comprender parte de los cambios que se están produciendo en la actualidad.
Vinculo la lectura, intencionalmente, con las sensaciones atravesadas que tengo sobre la Inteligencia Artificial (IA). De manera sistemática, inicialmente he hecho un seguimiento para apreciar los efectos en el desplazamiento de fuerza de trabajo, pero me preocupan sus efectos en la vida democrática, en el peso del gran capital en sus definiciones y alcances (ahora sí que siguiendo la pista de R. Panzieri, en cuanto al uso capitalista de las máquinas), así como los efectos en la dimensión psíquica. Es una tarea a realizar durante todo este 2025.
En lo inmediato, pretendo hacer anotaciones por la lectura de Hobsbawm y algunos acontecimientos de orden reciente.
Comienzo con una cita del historiador británico, que expone sobre la Revolución Industrial tres factores claves que la explican: “El país que conseguía concentrar los mercados de exportación de otros, o monopolizar los mercados de exportación de una amplia parte del mundo en un periodo de tiempo lo suficientemente breve, podía desarrollar sus industrias de exportación a un ritmo que hacía la Revolución industrial no sólo practicable para sus empresarios, sino en ocasiones virtualmente compulsoria […] La conquista de mercados por la guerra y la colonización requería no sólo una economía capaz de explotar esos mercados, sino también un gobierno dispuesto a financiar ambos sistemas de penetración en beneficio de los manufactureros británicos. Esto nos lleva al tercer factor en la génesis de la Revolución industrial: el gobierno”.
Revisando esta cita, y pensando en el presente, en el tiempo moderno, en la actual revolución tecnológica, parece secundario el tercer componente. Para el gran capital ya no es necesario el apoyo del gobierno o estado. Esto significa una mayor autonomía del capital respecto del poder político e incluso, la capacidad del gran capital de convertirse en actor político central, sin necesidad del gobierno. De nuevo acudo a Hobsbawm para fundamentar lo dicho: “El papel de los tres principales sectores de demanda en la génesis de la industrialización puede resumirse como sigue; las exportaciones, respaldadas por la sistemática y agresiva ayuda del gobierno, proporcionaron la chispa y —con los tejidos de algodón— el "sector dirigente” de la industria. Dichas exportaciones indujeron también mejoras de importancia en el transporte marítimo. El mercado interior proporcionó la base necesaria para una economía industrial generalizada y —a través del proceso de urbanización— el incentivo para mejoras fundamentales en el transporte terrestre, así como una amplia plataforma para la industria del carbón y para ciertas innovaciones tecnológicas importantes. El gobierno ofreció su apoyo sistemático al comerciante y al manufacturero y determinados incentivos, en absoluto despreciables, para la innovación técnica y el desarrollo de las industrias de base”.
Vale precisar que en las revoluciones tecnológicas, así como lo planteó Hobsbawm, el papel del gobierno en relación con el capital es fundamental para el
desenvolvimiento y comprensión de la naturaleza de las revoluciones tecnológicas modernas. Recordemos lo que señalaba nuestro historiador: el apoyo puntual y sin pausa del gobierno para abrir brechas a las exportaciones, innovaciones tecnológicas y el desarrollo de infraestructura, formando una tríada activa que tuvo como correlato la industrialización. No se aparta de esto, jugando el papel de segundo violín, el mercado interno. En su momento, este sustento generó estabilidad e incentivos para la expansión y diversificación del capital.
Sin embargo, en la actual revolución tecnológica, el capital concentrado -los corporativos-(ejemplifiquemos con E. Musk, del que señala Forbes -02/01/2025- que “comienza el nuevo año con una fortuna de 421.200 millones de dólares, según las estimaciones de Forbes, lo que supone un aumento de 91.000 millones desde el 1 de diciembre”, actualmente, a partir del 20 de enero, activo en su rol de titular en el Departamento de Eficiencia Gubernamental. En fuentes periodísticas se señala que su “fortuna es más grande que la economía de Portugal, Chile y Catar”), tiene un nivel de autonomía sin límites. En su fortaleza tentacular, el gran capital requería del poder político, del gobierno (recordemos la profesionalización del cabildeo). Empero, las empresas tecnológicas de gran escala, como las "Big Tech", cuentan con recursos sin límites, centros tecnológicos de alto nivel, “think tanks” globalizados, todo ello con capacidad de innovación e influencia local, regional y global, que les permite moverse con autonomía frente al poder político, si no es que ya está atravesado éste por la lógica del capital. Un ejemplo presente es la tarea del topo de J. Milei, el presidente de Argentina, por carcomer el poder del Estado -en alianza con F. Sturzenegger, como operadores de las corporaciones, lo que se materializa parcialmente en el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, del cual Sturzenegger es titular (símil del Departamento de Eficiencia Gubernamental, con Musk)-.
En este escenario, las corporaciones materializadas en el quehacer político han minado la dependencia que tenían de las estructuras de poder político, edificándose en actores políticos y sociales, con influencia en el marco normativo, en la elaboración de políticas públicas, en ensayos de desregulación, minando la tarea del Estado y, no menor, con un peso central en los procesos electorales (la algoritmización, el abuso en las redes, los ejércitos de trolls, han avanzado en esa tarea de erosionar la consciencia política, con sustento en la mentira organizada).
Repensando a Hobswaum, al contrario de lo que él destaca en la Revolución Industrial del siglo XVIII, actualmente se aprecia una desvinculación del gran capital por su volumen de recursos (citando al economista griego Y. Varoufakis, “Las grandes tecnológicas están creando su propio dinero digital con el que atraernos aún más a su venenosa red de plataformas”). Asimismo, es notable el peso y la influencia política directa (moldean campañas, construyen sentido, crucifican a sus críticos, actuando como francotiradores de mentiras organizadas desde la diagramación corporativa). Las consecuencias sociales y económicas, que en el caso de Hobswaum señalaba el fortalecimiento de los grupos privilegiados, incluyendo a segmentos rentistas, pero ensanchando la desigualdad. La historia, en este sentido, se amplifica en la brecha. De ciertos espacios para la regulación, como
acuerdo político, asistimos a la desregulación (de entrada, y de manera agresiva, con resistencias en reflujo, la acumulación por desposesión continúa).
En sus apuntes, Hobsbawm identificó un modelo de colaboración donde el estado y el capital funcionaban como socios, pero como cantaba el popular José José, “el amor acaba”. La actual revolución tecnológica se construye sobre la base del gran capital, para impulsar sus intereses. En este momento de la digitalización de la sociedad, se aclara lo que ponía como duda el historiador británico, “debemos explicar por qué la persecución del beneficio privado condujo a la transformación tecnológica”.
Regresemos a Elon Musk, del que con pasión dijo D. Trump, en un discurso en West Palm Beach, Florida: “Déjenme decirles que tenemos una nueva estrella, ha nacido una estrella: Elon” (A star is born), es un ejemplo claro del capitalismo monopólico empoderado, sin vínculos con la política tradicional, impulsor dogmático del mercado, y con capacidades políticas para influir en el campo del poder gerencial mundial. Los grandes cambios tecnológicos y sociales van. Hablaba el historiador de “celadores del poder atómico y los navegantes cósmicos”. ¿Qué papel jugarán en esta historia no clausurada Musk, Bezos, Zuckerberg, y los otros socios del alma y negocios? Hobswaum señalaba con sorpresa de que “En la vida humana no ha habido ningún cambio tan profundo desde la invención de la agricultura, la metalurgia y las ciudades en el Neolítico, como el advenimiento de la industrialización”. Sin nostalgia, asistimos a otras sorpresas, de cambios profundos, siguiendo esa saga larga enunciada por nuestro historiador.
(Profesor UAM) alexpinosa@hotmail.com