Hace pocos meses, en un vídeo, se invitaba a Francisco Piñón, colega de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa (UAM), a la celebración por los 50 años de la fundación del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM). Vale señalar que Francisco Piñón, fundador del SITUAM, fue a su vez su primer secretario general (por cierto, jamás renunció al SITUAM). En el vídeo comentaba Piñón que estaría en la celebración, pero ya no pudo llegar físicamente, murió el 15 de julio de 2024. No llegó en lo físico, pero estuvo presente porque se le recordó en esa gesta tan significativa para la vida de la UAM y de la organización sindical que detenta el contrato colectivo de trabajo.

En ese tono comenzó el acto de celebración por los cincuenta años del SITUAM. Regresemos en el tiempo. Su fundación se produjo en un contexto nacional de gran efervescencia por la conflictividad política, social y sindical. Algunos acontecimientos en la situación doméstica, para ilustrar: el ajusticiamiento de Eugenio Garza Sada, en septiembre de 1973, que desembocaría en la creación del Consejo Coordinador Empresarial, como una manifestación de la ruptura de la jerarquía patronal con el gobierno mexicano; en diciembre de 1974 era asesinado Lucio Cabañas, en el contexto de la Guerra sucia; un poco antes, en 1972, moría Genaro Vázquez Rojas. Ambos profesores normalistas egresados de la Escuela Raúl Isidro Burgos (Escuela Normal Rural de Ayotzinapa), la misma escuela que se llenó de luto con los 43 estudiantes desaparecidos (2014). No se olvida el “halconazo”, en junio de 1971, acontecimientos todos ligados a la Guerra sucia, que tuvieron efectos en la subjetividad de los jóvenes profesores, y trabajadores en general, que poblarían y le darían sentido al quehacer universitario y al trabajo sindical en la UAM.

En lo sindical, la disputa estaba en su apogeo, con el peso de un corporativismo sindical muy poderoso. Dentro del enfoque historiográfico, en relación con las luchas sindicales, lo que se resaltaba era la subordinación de la consciencia de los trabajadores, pero al mismo tiempo estaban en germen procesos de organización laboral por fuera de la jaula de hierro de la oligarquía sindical, como era el caso de la Tendencia democrática del SUTERM y, coincidiendo, la emergencia del sindicalismo universitario a la par de otros destacamentos laborales: “junto a la Tendencia marchaban la Alianza Nacional de Cañeros, el SPAUNAM; el SITUAM, los trabajadores del arte y la cultura, el Sindicato de Trailmobile, de Nemoglas y de la fábrica de loza El Ánfora, entre otros” (Cien años de la lucha de clases en México. Huelga de la Tendencia Democrática 1976, 2007 energía 7 (83) 46, FTE de México). Poco tiempo después vendría el proceso de reestructuración productiva. En el abordaje de Méndez y Quiroz (1990), a este proceso lo ubican como la concreción del proyecto económico neoliberal, el cual, como plantea R.A. Garavito, "ha roto con el pacto laboral que se encontraba en la base del desarrollo estabilizador", o bien como indica J. Aguilar (1990), es el detonante que resquebraja "las tradicionales relaciones existentes entre los sindicatos y el Estado", lo cual vendrá a "poner en cuestión el funcionamiento del mercado laboral, donde participaban los sindicatos, el Estado y los patrones".

En el plano internacional, en un contexto harto complejo, se daba el golpe de Estado en junio de 1973 en Uruguay (1973-1985), a lo que le sucedería el ensayo neoliberal en el Chile golpista de A. Pinochet (septiembre 1973-1990), y posteriormente en marzo de 1976, el golpe de Estado en Argentina. Por cierto, en la celebración de los 50 años de nuestra organización sindical participó un representante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (El Salvador). Hay más cosas, pero vale una pregunta: ¿tuvo efectos esta situación en América Latina en nuestra Universidad? Sí, sin duda, por un lado, en el destacamento de trabajadores de la UAM y su posición de apoyo a las luchas en América Latina; por otro lado, se manifiesta en la presencia de profesoras y profesores provenientes de esas latitudes, que encontraron en la UAM, la UNAM y otras universidades públicas abrigo afectivo y resguardo material. Ambas “puntas de un mismo lazo” (recordando a Fito Páez) se volcaron de ordinario en el trabajo docente.

En el acto celebratorio, se enfatizaba que desde el principio el SITUAM se dio a la tarea de agrupar tanto a trabajadores administrativos como académicos, en un espíritu de sindicato único, buscando mejorar las condiciones laborales en la UAM. Un aspecto que destaca en los comienzos de la lucha sindical alude, como efecto mariposa, a la incorporación del personal de limpieza, pegándole a la tercerización y, con ello, otorgándoles derechos laborales plenos al destacamento de trabajadores de limpieza, engrosando y fortaleciendo así la organización sindical.

En el presente puede haber posiciones distintas, algunas extremadamente críticas frente a la acción sindical, pero en el seno del SITUAM, en general, se argumenta que el sindicato mantiene su defensa de los derechos laborales de sus agremiados, participando en procesos de revisión salarial y contractual -que son espacio de confrontación recurrente de las distintas corrientes sindicales-, aunque el punto de encuentro alude al compromiso con la mejora de las condiciones laborales en la UAM.

Hagamos algunas anotaciones sobre las dificultades de mantener un sindicato único en la UAM. La diferencia y en ocasiones disparidad de intereses entre los trabajadores administrativos y los trabajadores académicos en lo que hace a la cohesión y las tareas por alcanzar objetivos comunes, éstos mismos llenos de claroscuros por las diferentes condiciones laborales, intereses de grupo divergentes y la gravitación desigual en las decisiones dentro de la organización sindical. Un segundo aspecto apunta a la materia de trabajo diferenciada entre académicos y administrativos: los primeros, decantando su actividad en la docencia e investigación, en donde las cuestiones relativas a carga docente, mecanismos de financiamiento, el cumplimiento de determinado puntaje para alcanzar las becas y estímulos (las ataduras visibles del Tabulador para Ingreso y Promoción del Personal Académico -TIPPA, al final el famoso “publish or perish”),  en tanto los trabajadores administrativos dirigen su tarea a actividades de gestión y mantenimiento institucional. Esto genera, por la especificidad de la tarea, una fragmentación en las prioridades, de una parte, los administrativos preocupados por temas como estabilidad laboral, horarios y prestaciones, en tanto los académicos, sin que se soslaye la estabilidad laboral y las prestaciones, el vértice pasa por cuestiones de financiamiento para investigación, carga docente y reconocimiento profesional. Este escenario policéntrico en el SITUAM puede erosionar la negociación de acuerdos, así como las dificultades de formular pliegos petitorios y elaborar estrategias en los que se acomoden las demandas y expectativas de ambos sectores.

Otro obstáculo relevante es la percepción de inequidad dentro del sindicato, en principio por la brecha salarial, problema concreto que ha fragmentado la acción sindical, en particular por la débil participación de los académicos. Esto implica, por ejemplo, que haya matices en las percepciones de trabajadores administrativos y académicos sobre la denominada “burocracia dorada”. Como se anotaba, la débil participación de los académicos es uno de los problemas más recurrentes en el SITUAM, porque si bien el conjunto de profesores sindicalizados son parte fundamental de la estructura universitaria, su involucramiento en la actividad sindical presenta día a día una tendencia a la baja (incluso hay llamados de atención, porque es paulatina parte de esta problemática en el destacamento de trabajadores administrativos). Esto se relaciona con la dificultad desde la perspectiva sindical de pensar en la materia de trabajo de los académicos, insertos en sus procesos de trabajo en responsabilidades asociadas a la actividad docente, tareas de investigación, la publicación de artículos, labores de tutoría, apoyo a estudiantes en servicio social, dirección de tesis, participación en congresos, el relieve actual de los conversatorios, la vinculación con redes académicas, entre otros. Esta sobrecarga de trabajo, que además está asociada al puntaje del TIPPA, deja poco tiempo para involucrarse activamente en la vida sindical, privilegiando lo académico, sobre todo en la dimensión individual por sobre lo sindical, aun cuando en el plano sindical se aluda a las condiciones de trabajo. Finalmente, y es una lectura con matices en nuestra Universidad, una proporción significativa de académicos sindicalizados comparten la visión de que el SITUAM está hegemonizado por los trabajadores administrativos, subregistrando las demandas e intereses de los trabajadores académicos. Simplificando la problemática, los trabajadores académicos pueden acceder a distintas becas y estímulos, circunstancia que no incide en los trabajadores administrativos, así como pueden considerar que sus demandas no ocupan un lugar de relieve en los procesos de negociación colectiva.

Situación paradójica, nuestra materia de trabajo es lo relacionado con lo académico, esto es, la docencia, la investigación y la extensión y difusión de la cultura, sin embargo, jurídicamente, se ha impedido al académico reflexionar en su propia condición como trabajador-académico. Este despojo de la posibilidad de reflexionar nuestra materia de trabajo, con una huella clara del taylorismo y la separación tajante entre concepción y ejecución, abrió la posibilidad para el control del proceso de trabajo académico. Este control se expresa en múltiples dimensiones: se realizaron algunos apuntes a propósito del TIPPA, pero también vale referir al diseño y alcance de los programas de docencia, en las formas de evaluación, en lo pertinente de enseñar, allí sí con una responsabilidad grande de los cuerpos docentes; en lo que es pertinente publicar, en lo que hace a los contenidos y vehículos que materializan el trabajo académico (un artículo de periódico, aunque tenga un alcance en lectores mayor, se desprecia dando paso a la publicación en revistas indexadas, que otorgan un puntaje significativamente mayor, aun cuando su alcance en lectores sea muy reducido). Parafraseando a Marx, el proceso de control del trabajo académico tiene como correlato productos académicos (libros, informes, artículos, aulas virtuales, ponencias, etc.), pero al mismo tiempo produce y reproduce un régimen que obstaculiza al trabajador académico en la reflexión de su materia de trabajo, al mismo tiempo que le distancia del trabajador administrativo.

Señalaba Eduardo Ibarra (2003) que “Las universidades en los tiempos actuales se encuentran subsumidas a la economía y el mercado, perdiendo la autonomía de la que gozaron en otros momentos, para incorporarse a redes de producción en las que las decisiones académicas empiezan a ser tomadas a partir de las motivaciones económicas”. Enredados en esta telaraña, son parte de los desafíos a trabajar con perspectiva sindical.

PS. Agradezco a Arnulfo Arteaga García, colega de UAMI, por su lectura y observaciones al presente texto.

(UAM)

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