¡Alto al genocidio al pueblo palestino! Gaza, los nuevos hornos
El 19 de febrero de 2006 fallecieron 65 mineros en el norte mexicano, en la Mina Pasta de Conchos. En una actividad laboral en la que la muerte, el accidente y la enfermedad son una constante, una tríada permanente. Para una parte de la sociedad, se trató de un accidente (desde la historia oficial convencional), para otra parte, se trata del producto de las malas condiciones materiales en que los trabajadores realizan su tarea; una tercera visión incluso alude al homicidio industrial. En este caso particular, se aprecia una frontera tenue entre la segunda y la tercera mirada.
De acuerdo al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se entiende al Accidente de Trabajo de la siguiente manera: “Accidente de trabajo. Se considera como tal, toda lesión orgánica o perturbación funcional inmediata o posterior; o a la muerte producida repentinamente en ejercicio, o con motivo del trabajo, cualquiera que sea el lugar y el tiempo en que dicho trabajo se preste”. Esta noción se articula con el “Acto inseguro. Falta de observancia del trabajador hacia un procedimiento establecido o comúnmente aceptado como seguro, que directamente permite que ocurra un accidente”. Desde la academia se ha pensado este tipo de problemas con otros argumentos: “el AT es un acontecimiento de compleja causalidad. Desde el punto de vista epidemiológico, el accidente laboral no puede ser considerado como un hecho repentino, inesperado o fortuito y azaroso, requiere más bien ser entendido como un hecho cuyas causas son identificables y previsibles y que surgen del conjunto de condiciones del proceso laboral, que no dependen exclusivamente de las condiciones de seguridad del centro de trabajo” (Tamez, Molina y Castillo, 1996). Parte de esta complejidad se aprecia en lo aportado por Guillermo Vázquez Paredes (2002), en una mirada de lo cotidiano en el piso de los centros de trabajo: “En la evidencia empírica, algunos hallazgos: al hablar del uso del equipo de protección y de su obligatoriedad, lo cierto es que usan el mínimo o no lo usan, lo que no les acarreaba llamada de atención alguna…se encontró con que los obreros utilizaban entre otras cosas; cubrebocas de los utilizados por médicos y enfermeras, a manera de "mascarillas" contra todo tipo de polvos y solventes”.
Más todavía, continuando en esta ruta de que las cosas son más complejas de lo que parecen, en esa trágica experiencia de febrero/2006, desde antes los trabajadores habían hecho señalizaciones sobre los riesgos que se generaban en los procesos de trabajo, pero como eran trabajadores -no parte del personal directivo-, de plano sus reclamos fueron ignorados. Graciela Bensusán (2009), académica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), documenta el problema, y apunta sobre la “ineficacia” de la Inspección del Trabajo es el accidente, como “consecuencia de la falta de atención a las deficiencias en la seguridad de la mina documentadas en diferentes actas de inspección emitidas durante los dos años precedentes, incluyendo la Norma Oficial Mexicana de Seguridad e Higiene, sin que se llegara a imponer a la empresa sanción alguna, lo que resultaba coherente con la estrategia de cumplimiento voluntario promovido por la STPS”.
En ese febrero imborrable en la historia de la accidentalidad en México, el entonces presidente Vicente Fox no realizó ninguna acción para reparar el daño. Consistente
con esta actitud inmoral, Felipe Calderón tampoco movió un dedo (bueno sí, otorgó la Medalla Belisario Domínguez a otro mega empresario de la minería, Alberto Bailleres -Grupo Peñoles-, como un guiño al sector empresarial de los grupos concentrados, es decir, la síntesis del nexo entre Élites políticas-Gran Capital, lo que permite una relectura indirecta hacia la muerte obrera en Pasta de Conchos), y sin vaivenes sexenales, continuó Enrique Peña Nieto. Recuperando parte de lo señalado, es posible afirmar que no fue un accidente, si incorporamos que se pone de relieve la irresponsabilidad social corporativa de la minera cuando están ausentes “mecanismos de prevención que permitan anticipar las probabilidades de ocurrencia de accidentes, ni reglas de funcionamiento establecidas para minimizar los riesgos, ni equipamientos tecnológicos adecuados al contexto en el cual se desarrolla la actividad”, como señalaban, aludiendo a la accidentalidad industrial en general, Jorge Walter y Francisco Pucci (2007). Accidente no, en todo caso se trató de la crónica de una muerte colectiva anunciada.
Con Andrés Manuel López Obrador, en el último tiempo, destaca el giro; se ha hecho justicia en el hecho concreto: acuerdos con los familiares, reparación económica plena para los deudos y búsqueda de los cuerpos, como historia fresca. Es un punto más que se suma a la política laboral, hacia el freno del “oustsourcing” (tercerización o subcontratación, es decir, cuando un trabajador es contratado por una firma para trabajar en otra), lo que pone un valladar a los procesos de precariedad laboral. Se suma al considerable aumento al salario mínimo, que impacta, como anotábamos en un comentario anterior, a la población trabajadora más empobrecida, en particular a las mujeres, que son las que se ubican en los espacios del trabajo con menos retribución salarial. Sin soslayar la pobreza estructural que nos aqueja en México, es un paso hacia la importante redistribución, que permite comprar las cosas que se requieren en lo ordinario en las mesas de los trabajadores. Algo más, las modificaciones constitucionales que han abierto cauces a procesos de democratización sindical (las derrotas emblemáticas de sindicatos ligados a la Confederación de Trabajadores de México, otrora invencible, por ejemplo), que seguramente jugaron su papel en el reciente descalabro electoral del PRI y su esquema corporativo.
Empero, parte de los problemas que aquejan a los mineros, y al conjunto de destacamentos de trabajadores, tiene que ver con las condiciones precarias en las que se sigue desenvolviendo el trabajo en este sector. Historia vieja. Bernardino Ramazzini (2008) comienza su trabajo clásico (fines del siglo XV) aludiendo al trabajo de los mineros -“los condenados a las minas”-, como habitantes de ultratumba. Señalaba el pionero de la medicina del trabajo que las diversas y graves enfermedades de estos trabajadores son dos: una, referida a las sustancias usadas; la segunda, los movimientos y posturas. No hay muchos cambios en esta historia, pero vale agregar el problema del ruido en la salud en los mineros (y otras ocupaciones), lo que se aprecia en la exacerbación del problema de hipoacusias en los mineros, es decir, de un trauma acústico crónico.
Para el año 2022, las actividades de Extracción y beneficio de carbón mineral, grafito y minerales no metálicos en minas de profundidad y de Extracción y beneficio de minerales metálicos, en minas de profundidad, siguen ocupando un importante lugar en las enfermedades respiratorias, con el 5.7% y 3.3%, respectivamente. Esto se liga a la neumoconiosis. En lo referente a las hipoacusias, también los destacamentos mineros son de los principales afectados, no los únicos. Veamos en
la estadística oficial cómo se presentan los problemas principales que aquejan a los mineros, en una breve línea del tiempo.
La muerte obrera deja una lección sobre las malas condiciones de trabajo y la necesidad de mejorar los mecanismos de control y regulación estatal (por ejemplo, con la ampliación y profesionalización de los inspectores del trabajo, rompiendo la cadena de complicidades que puedan estar presentes con los grupos empresariales), a la par del establecimiento de pactos gobierno-empresarios organizados para mitigar la accidentalidad laboral y, no menor, la importancia de la participación de los trabajadores y sus organizaciones en el cuidado escrupuloso de las condiciones en que se realiza la actividad laboral, escuchándoles. A estas alturas del siglo XXI es una ironía la vigencia de las palabras de Atahualpa Yupanqui: “Mi padre murió en la mina sin doctor ni protección ¡Color de sangre minera tiene el oro del patrón! …que naide escupa sangre pa’ que otros vivan mejor” (Preguntitas sobre Dios).
Es una asignatura pendiente para el próximo gobierno.
(Profesor UAM) alexpinosa@hotmail.com
Escrito en casa de Vero y Pablo, en Bariloche, Argentina